lunes, 30 de junio de 2014

EL ARBOL DE LA VIDA, Malick

  A no pocos, esta película les ha parecido un tostón. Quizá tengan razón. A mí me ha encantado, porque esta llena de sutiles lecciones para la vida, y porque por primera vez en el arte se trata del problema del mal desde la única perspectiva en la que se puede tratar: desde una perspectiva teológica o, si se quiere, teleológica.  Trataré de explicar las reflexiones que me ha provocado. 
  Un joven matrimonio de Texas, creyente, católico y  bien avenido, con tres hijos. Han sido generosos y cumplen sus obligaciones religiosas y sociales. Pero, como el Job bíblico, comienzan a experimentar la amargura del dolor. En primer lugar, el padre quería ser un gran músico, no lo consigue, y tiene que conformarse con ser un aficionado y trabajar en algo que no quiere. Eso le provoca una sensación de fracaso que proyecta en sus hijos, a base de perfeccionismo. Los quiere duros, disciplinados, con afán de enfrentarse a la vida. Ello termina provocando la rebeldía de su hijo adolescente Jack. Todo eso desemboca en desavenencias matrimoniales donde sufren mucho los dos.  Ella es la verdadera protagonista de la película, el verdadero Job, porque es un espíritu antagónico de su marido: pura, amante de la voluntad de Dios. 
   Insatisfacción profesional, rebeldía de un hijo, desavenencia matrimonial. Pero hay más: el padre echado del trabajo, y tiene que irse del lugar en que han visto crecer a sus hijos: humillación, desarraigo, penuria. Y, por fin, el gran drama, muere el hijo pequeño, con 19 años, en la guerra. "¿Por qué? ¿Por qué Dios mío, si yo no me he portado mal, dice la madre, tanto dolor?" 
   El problema del mal en el mundo: la muerte de un ser querido y joven, la humillación profesional, pero también nuestras propias miserias y pecados que nos hacen sufrir. ¿Cómo entender todo esto? 
 Entonces, el director, dice: “espera, voy a tratar de entenderlo”. Y se retrotrae… al Big Bang, a la formación de las galaxias, de la Tierra, de la vida en la Tierra, a la época de los dinosaurios… Dios ha creado todo en un acto de amor: fruto del amor de Dios es que todo nazca, crezca, cambie, muera… Aunque nos causen dolor, hemos de aceptar que somos seres que pertenecemos a la naturaleza y que por tanto podemos morir o provocar desastres… amar y sufrir. Pero si sientes la naturaleza, sentirás el amor de Dios, y podrás decir como dice la madre al final: mi hijo es para Ti, Dios mío. Nos causa dolor, pero hemos de abandonarnos al querer de Dios. Yo quiero lo que Tú quieras. Entonces, amamos, y nuestra vida se convierte en una celebración, es creativa, y proyecta ese amor en los demás. De hecho, a raíz del drama, los cónyuges se unen, el padre reconoce su error de raíz, y Jack, el hermano mayor, que vive en el torbellino de un mundo impersonal, vuelve al hogar y al amor que le vio crecer. 
   Malick explica de una manera simbólica y conceptual, a través de una profusión de bellísimas imágenes en cascada. Este hecho produce confusión en el espectador que espera ver un drama convencional, donde prima con frecuencia lo sentimental, pero donde no se reflexiona sobre la raíz de las cuestiones existenciales que dan sentido o no a nuestra vida. En esta película no derramarás lágrimas, pero te puede ayudar a afrontar el mal (el que viene de fuera y el que tú produces). Las imágenes son un mosaico que no siguen un orden temporal, y te puedes encontrar un poco perdido, pero en este tipo de películas hay que dejarse llevar. Luego, vendrá el debate y los comentarios. 
   “El árbol de la vida” es un film verdaderamente original y único. Reconforta que se haga este tipo de cine en una época donde predomina el emotivismo sobre las hondas reflexiones.

miércoles, 25 de junio de 2014

EL CAUDAL, Antonio Moreno

   Antonio Moreno nos ofrece un poemario lleno de luz y de cotidianidad. La luz es sublime, pero para nada pretenciosa. Es lo más claro y lo menos vistoso. La luz es entorno, nunca objeto, es ambiente, nos acompaña. Esa es su vocación. No me refiero a la luz material solamente, sino a la luz de la existencia. Para Antonio, existir es, fundamentalmente, una buena noticia. Hay que felicitarse por ser. 
   A partir de ahí, todo lo que encuentra en su camino, ya sean grandes ideales, amores, o pequeños objetos, todo es motivo de celebración. 
   Como tuve ocasión de comentarle personalmente, a mi parecer, no es fácil moverse literariamente en este ambiente pleno de positividad de una forma natural y no pretenciosa. Parece menos invasivo y más cercano aquel que se muestra digno de compasión, o que hurga en sus llagas o en las heridas del mundo. Pero ahí están Juan de la Cruz, Guillén, Paz, Claudio Rodríguez..., y más modernamente, Rosillo.
   Antonio es cercano, muy cercano, porque te cuenta lo bueno de estar vivos. Y lo hace desde la humilde experiencia del que solo tiene la palabra como arma. No habla de una manera impostada. Él dice lo que ve, pero es que ve mucho, porque se para en lo esencial de las cosas, en lo que tenemos que llevar en la mochila para seguir viviendo de una manera digna y sopesada.
  

lunes, 16 de junio de 2014

MEDITACIONES DEL QUIJOTE, José Ortega y Gasset

   Precioso libro de ensayo, donde Ortega medita sobre varias cuestiones: la circunstancia, la novela, el héroe, España, Grecia, el sentido de la vida y de la literatura.
   Es uno de sus primeros ensayos, con un estilo todavía poco forjado, pero ya con la típica genialidad orteguiana. 
   No está mal para empezar a leer a Ortega, aunque a mí parece un poco más oscuro que "Rebelión en las masas" o que "España invertebrada".
   Resalto sobre todo, la meditación titulada "La crítica como patriotismo", donde comenta la conexión que existe entre modernidad y verdadera tradición (que no es la tradición idealizada que se nos ha ofrecido). Es decir, hay que beber a nuestro verdadero ser que, según Ortega, se encuentra mayormente en el Quijote. ¿Habrá que volver a leerlo, entonces? Si es preciso, volveremos otra vez a esa hermosa aventura.
   Por último, aunque haya páginas algo más difíciles, ¡qué bien escribe a Ortega!

sábado, 14 de junio de 2014

HANNA ARENDT, Bárbara Sukowa

 Magnífica película que he tenido ocasión de ver con un experto en esta autora. La escritora y filósofa judía Hanna Arendt tuvo que cubrir la información sobre el juicio de Eichmann, un conocido nazi que había organizado los trenes de la muerte. 
    Arendt escribe, una vez terminado el proceso, una serie de artículos sobre el famoso proceso, que en realidad constituyen una profunda reflexión sobre el origen y la naturaleza del mal. Arendt no cree que Eichmann sea un malvado, sino un ser humano que ha desaparecido como persona, una máquina que hace bien su trabajo de organizar trenes, obedeciendo órdenes. Es lo que hacen los regímenes totalitarios, no solo matan a mucha gente, sino también anulan como personas a sus partidarios.    
   Pero las reflexiones de Arendt, como no coincidían con la versión oficial del sionismo, sentaron muy mal entre los judíos, perdió amistades y apoyos. Cuando se construye una versión oficial, un pensamiento único, cualquier matiz sobre ese pensamiento es rechazado y se margina a su autor. Arendt condenó, por supuesto, el horripilante genocidio nazi (ella misma era judía y había estado en un campo de concentración francés). Pero busca la raíz del mal, profundiza, y para eso tuvo que matizar. Los que se aferran a un pensamiento único no admiten el matiz. Matizar es pensar. Y el filósofo tiene que buscar ante todo la verdad, que suele estar al final de un camino más bien tortuoso. 
  Son algunas de las reflexiones me ha suscitado la película, después de hablar con el profesor Miñón que ha hecho la Tesis doctoral sobre Arendt. Por otra parte, está muy bien realizada, y la actriz es un portento. Una buena y saludable película, para gente inteligente y sensible como tú.

lunes, 9 de junio de 2014

LA IDEA IMPERIAL DE CARLOS V, Ramón Menéndez Pidal

   ¿Cuál es la idea principal que transmite este clásico ensayo? La idea de imperio que tenía Carlos V. Para ello, el autor nos pide un poco de empatía. Tenemos que ponernos en esa mentalidad, y pensar la idea de imperio medieval, que es la que tenía Carlos V, como consecuencia, de su propia formación y de asesores como Gattinara y Adriano de Utrecht. 
   Pero Pidal afirma que esa idea la tenía ya de antes, y que no fueron solo sus asesores lo que le influyeron solamente. Es posible, todavía hoy se discute 
   Lo que está claro es que Carlos V fue el último emperador medieval, y quiso imponer por todos los medios su idea de Imperio Cristiano en el mundo cambiante de Renacimiento. De ahí su relativo fracaso. Felipe II, obvimante, es un rey muy distinto.