viernes, 30 de junio de 2023

LA METAMORFOSIS, Kafka

   He decidido llevar a cabo un pequeño plan de veranos: leer clásicos. En concreto, me he hecho una lista de esos libros de culto que, por lo que sea, no he leído, y siempre he dicho: "algún día caerá". Pues bien, aquí estoy: el primero que ha caído es La Metamorfosis. 

   Y no es porque sea de culto o clásico, pero me ha encantado. sobre todo, porque cuenta con naturalidad el hecho, que es de por sí desagradable e incómodo. Te lo relata como si le pudiera ocurrir a cualquiera. Y es algo absurdo. Y ahí está, uno puede pensar: la vida es un absurdo pero hay que adaptarse a ella. Es lo que hace Samsa, vive porque no tiene más remedio que seguir viviendo.

   Después está el tema del amor de su hermana y de sus padres. La familia es un ámbito donde las personas son queridas por lo que son, y no por lo que tienen. Aquí se pone a prueba esto, ¿Cómo puedo querer a mi hijo, si se ha convertido en una cucaracha? 

   A mí, las cucarachas me das mucho asco, me asustan, corro cada vez que veo una. Este relato es absurdo, pero te ayuda a reflexionar. Es bastante breve, y te pone en una situación bastante... kafkiana. Por ello, una última pregunta: ¿es kafkiano vivir sin terminar de encontrar sentido a la existencia?

Voy con el segundo: Madame Bovary. Puro realismo francés. Lo espero todo... 

lunes, 5 de junio de 2023

MI VIDA, Antón Chejov

 


   Excelente novela de Antón Chejov, muy influido esta vez por Dostoievski y Tolstoi. Un noble ruso, arquitecto, tiene un hijo que le sale, digamos, bastante tarambana. Lo cuenta todo el hijo en primera persona. No quiere estudiar, no aguanta en los trabajos en donde le enchufa su padre. Al final, se hace obrero, pintor de brocha gorda, con gran vergüenza y deshonor para su padre, que le retira el saludo y la herencia. 

   Al principio, el protagonista te parece un caradura. Pero luego le vas tomando cariño, ya que ves a un joven "moderno" que huye de los convencionalismos sociales, y hace, en definitiva, lo que le da la gana, sin atender a las críticas de la gente. Es más, argumenta que un obrero puede ser un tipo muy honrado, y critica grandemente la hipocresía de la clase burguesa y noble, a la que le falta clase, verdadera educación, altura moral, y le sobran deseos de ganar dinero muchas veces de forma ilegal. 

   También critica la brutalidad de los siervos, cercana a la de los animales, pero dice que ellos no tienen la culpa, ya que nadie en ese país ha invertido en educación para el pueblo. 

   Chejov trata a las personas con gran humanidad, y el alegato social, e incluso ecológico y animalista, es muy actual. El estilo es exacto y breve, no se enrolla con grandes descripciones ni le sobran adjetivos. En mi opinión, es uno de los padres de la literatura del siglo XX, aunque por el hecho de ser sobre todo cuentista, se le ha tenido en menos. 

   Pero aquí tenemos una novela para demostrar que es también un gran escritor de relatos largos, además -claro está- de un consumado dramaturgo. 

domingo, 4 de junio de 2023

TRÁNSITO, Jesús Zomeño

 



 

   Un viajero hace el trayecto en un tren nocturno entre las estaciones de Bojchinovci y Vidin (dos pequeñas ciudades situadas entre Sofía y Bucarest). Escrito en primera persona, el protagonista describe el ambiente cerrado del interior del vagón (es de noche: lo exterior es oscuro, no existe paisaje), y da cuenta de los pasajeros que dormitan o leen. En realidad, es un viaje iniciático, donde nuestro viajero reflexiona sobre el sentido de nuestra propia existencia, tomando pie de las impresiones que le producen sus  ignorados compañeros de travesía.

   La imaginación de Zomeño se desborda en todo tipo de pensamientos, como si de una olla exprés se tratara. La sabia ironía, la ocurrencia de tintes negros, la valoración no exenta de cinismo, y -sin solución de continuidad- emotivas evocaciones  llenas de lirismo. Resulta, a no dudarlo, un travesía que se convierte en proceso purificador, como el del peregrino que busca algo de luz después de una larga noche oscura. No es de extrañar que comience citando a Kafka y termine citando a San Juan de la Cruz. 

   Como él mismo reconoce, es un relato construido a modo de párrafos breves, casi aforismos, que semejan - si abres el libro por cualquier página-, las traviesas del ferrocarril, lo que produce en el lector una curiosa sensación de traqueteo.  Y es que, una vez que subes la tren, te sientes atado a la conciencia y a los originales dilemas que plantea el protagonista. Ya no puedes desentenderte de este viaje, donde un entorno opresivo, en parte real y en parte ilusorio, hace las veces del espejo que te devuelve tu verdadero rostro. Por ello, en mi opinión, se trata de un viaje personal del protagonista, pero en el que también todos nos sentimos de alguna manera implicados. Porque indaga sobre esa ruta de la vida que nos lleva donde no queremos y a la que hay que buscar un porqué, aunque sea urdiendo apariencias. 

   El estilo es muy personal: sobrevive entre la prosa y la poesía, entre la literatura y la reflexión filosófica, entre el realismo más rastrero y el surrealismo más onírico. Ahí habita el lugar donde Jesús Zomeño nos lleva. Lo demás es tarea del lector, el viaje particular de cada uno.  

   Pero con esta entrega no ha llegado el final. Para Bucarest queda un buen trecho, y Jesús ya ha anunciado que este breve relato forma parte de una tetralogía de la cual ha trazado ya sus líneas maestras. Esperamos, pues,  con cierta ansiedad, la segunda parte prometida. Y es que, una vez que hemos comprado el billete, ya no podemos apearnos tan fácilmente. La suerte está echada.