viernes, 21 de noviembre de 2014

EL HOMBRE INQUIETO, Henning Mankell

   Parece ser que, en los últimos tiempos, la novela negra nos viene de latitudes frías. Mankell, escritor sueco, aunque afincado en Mozambique, es una buena prueba de ello. Wallander, inefable protagonista de toda la serie, es un policía de la comisaría de Ystad, pequeña ciudad cerca de Malmö, en Escania, región del sur de Suecia. 
   Kurt Wallander, además de policía que tiene que resolver sangrientos crímenes, cuya investigación constituye la médula del relato, es un ciudadano sueco del siglo XXI con todos los problemas que ello puede conllevar: situación económica desahogada pero complicados problemas familiares y existenciales. Problemas que lo llevan al desánimo, a beber demasiado y a abundar en frecuentes resbalones tanto profesionales como personales, y que intenta superar como puede. Adiós, pues, al héroe policíaco inexorable e impoluto. En una palabra, Wallander es un hombre como uno de tantos. Es esto, y no tanto la sola resolución del crimen, lo que hace de las novelas de Mankell algo verdaderamente interesante, incluso yo diría que apasionante. 
   El hombre tranquilo es la última novela de la “serie Wallander”. Se nos presenta a un Wallander crepuscular, ya cercano a los 60, al que aguijonea la sensación del paso inexorable del tiempo. Un Wallander que vive del recuerdo más que de la esperanza, y que solo tiene un agarre en el futuro: el nacimiento de su nieta Klara. Por lo demás, el caso que ocupa la novela no deja de ser interesante y reviste un trasfondo histórico. El espionaje de submarinos rusos en aguas suecas. Situación que se dio en los ochenta y que, curiosamente, se volvió a dar hace unos días, mientras leía la novela. 
   Al que quiera leer algo de este autor, yo lo aconsejaría que comience por Asesinos en la oscuridad o Los perros de Riga, ya que en esta última que comentamos se hacen referencias a pasajes y personajes de las anteriores.

viernes, 14 de noviembre de 2014

TAMBIÉN LA LLUVIA, Icíar Bollain

 Muy original film de esta magnífica directora española. Argumento: se rueda Bolivia una película sobre Colón y el trato de los españoles a los indios, con el Padre Las Casas como abogado defensor. Pero tienen que escoger extras entre los bolivianos indígenas, y ahí empiezan los problemas. 
   Lección: lo mal que tratamos a los personajes del pasado y lo benévolos que somos para con nosotros mismos. 
   La ambientación, los actores, el guión y ,en general, toda la película funciona a un buenísimo nivel. La verdad es que la pelicúla está muy bien. Daría un buen juego para un cine fórum. 
   Quizá sobre un lenguaje algo soez, un poco reiterativo. No hace falta. 

martes, 4 de noviembre de 2014

ANTES DEL NOMBRE, Eloy Sánchez Rosillo

   En este nuevo volumen de poemas, el poeta murciano Eloy Sánchez Rosillo incide en una línea poética pletórica. Continúa la misma senda que comenzó a recorrer con el poemario La vida, y que encontró su colofón con el titulado La Certeza
   Rosillo ha encendido la luz en el panorama experiencial y existencial en el que estamos sumergidos, lo cual es muy de agradecer. Aun así, a mi parecer, Antes nombre –siguiendo esa vía luminosa– apunta a una lucidez algo más melancólica, traspasada de tiempo.  Se me antoja que esa luz descendida, esta vez se presenta de manera más crepuscular: un rayo que coloca su mediodía en el  recuerdo del amor, “única luz que alumbra”
   Sea como fuere, la poética de Sánchez Rosillo se traduce al final en una limpia reflexión sobre la existencia desnuda. Para Rosillo, el mero hecho de que las cosas existan es una buena noticia. No se trata, por tatnto, de una existencia celebrada, sino, simplemente, constatada. Contempla sin tocar. En este sentido, y en el sentido más clásico posible, estamos ante una poesía metafísica: el mundo es real a pesar de mí mismo. Es más, mi propio laberinto es algo tangencial para este mundo lleno de aire y sol. 
   ¿Es Eloy un poeta trascendente? Juega, a mi ver, en el umbral muy delicadamente, para quien quiera dar o no ese paso. Su propuesta es una invitación a mirar, que es lo más noble (quizá lo único) que se puede lograr en este oficio.
   En cuanto a la forma, su corte clásico, su natural ponderación adjetival, hace que todas las palabras y los signos de puntuación parezcan en su sitio (los artesanos del oficio sabemos que ello lleva detrás un vigilante trabajo de poda). La palabra no estorba, sino que sirve a su propósito: invitarnos a ver lo que nos circunda con ojos sencillos y conscientes de que forman parte de esa realidad que contemplamos. Aparta esos papeles, infeliz; / Cierra el cuaderno, y mira la mañana /, nos exhorta el poeta.
   Leer a Sánchez Rosillo es fácil. No adviertes enredo alguno o esquinas en estas páginas. Son camino carretero, puente que allana la osadía del terreno, atalaya tranquila desde donde  observas que, a pesar de los pesares, y, como alguien aseguró en el principio de un libro muy grueso y muy antiguo, el mundo está bien hecho.