sábado, 25 de junio de 2016

EL VIENTO SE LEVANTA, Hayao Miyazaki

   Dicen que Miyazaki se despide con este film. Si eso es así, como dice un crítico, se despide “por todo lo alto”. El veterano director japonés demuestra una vez más que con el cine de animación se puede hacer también arte, poesía, y contar una buena y original historia.
   Para empezar, esta historia en concreto no parece muy poética. Trata sobre Jiro, un joven ingeniero aeronáutico que fabrica aviones. Miyazaki introduce el sueño y la ilusión en un ámbito en donde, en principio, sólo cabe el cálculo y marketing. Pero la historia está llena de pasión. De pasión por los aviones, por el vuelo, por los anchos paisajes, por los pioneros de la aviación, y, -no se lo pierdan-, pasión por la técnica. ¿Por qué no? Es lo que más me gusta de esta  película: que mete el corazón y convierte el sueño en el afán por el desarrollo tecnológico.
   Y, por supuesto, pasión romántica entre el protagonista y una chica que conoce durante un terremoto. Pero es un amor limpio, entrega al otro en un proyecto común, que es capaz de sacrificarse por el otro.

   Lo que cuenta tiene base histórica y pasa de puntillas sobre un asunto espinoso. Los aviones fabricados por Jiro son los utilizados en Pearl Harbor y en la segunda guerra mundial. Eso le duele en alma a nuestro ingeniero, porque él fabricaba aviones para soñar y no para destruir. 
   Esta película está llena de paz, y constituye un precioso testamento de Miyazaki a las generaciones futuras. 

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