sábado, 27 de octubre de 2018

ALMAS MUERTAS, Nicolás Gogol


   Nicolás Gogol es uno de los padres de la literatura rusa del siglo de oro, que para Rusia es el XIX. Se creía portador de una misión. Dios le había hecho escritor para denunciar los males de la sociedad rusa de su tiempo, y ayudar a ese pueblo a salir de esa situación. Almas muertas correspondería a la primera fase: la descripción de una sociedad que vive en la inmoralidad, que hace del enriquecimiento su objetivo sin preocuparse de las personas, ni disfrutar en el fondo de la naturaleza, ni del entorno familiar, ni del verdadero amor al trabajo (uno de los pasajes más bellos está dedicado precisamente a este último aspecto).
   Chíchikov, el protagonista, busca enriquecerse comprando, a muy bajo precio, siervos que hubieran fallecido sin tener registrada la defunción. Así podía presentarse como un hombre que poseía cientos de almas (las propiedades en Rusia no se contaban por hectáreas sino por almas, es decir, por los siervos que cada señor poseía), y ser considerado y recibir ayudas e influencias. En realidad, las almas muertas son esos corruptos, la gente materialista que solo quiere dinero y prestigio a toda costa.
   Almas muertas es una obra inacabada, ya que Gogol, en  un momento de desesperación, rompió los últimos capítulos, abandonó la literatura, y murió de desesperación a los pocos meses. Pero eso no es óbice para considerar esta obra como un gran monumento, junto con Taras Bulba, de la literatura rusa, y a su autor, una de las más altas referencias de la literatura universal.


lunes, 8 de octubre de 2018

UN SACO DE CANICAS, de Christophe Graillot

   
   Basada en el clásico del mismo título, no desmerece nada ese espléndido relato, incluso es posible que lo supere. 
   Trata sobre judíos perseguidos, un tema muy recurrente, pero se trata de un relato muy original y fresco, y una gran dosis de ternura incluso de positividad dentro de la dureza del tema. Dos niños judíos huyen por toda Francia de la persecución nazi. Llegan a la zona de Vichy pero allí no acaban sus problemas. 
   Lo importante no es el tema en sí sino la forma de contarlo. Los diálogos y las ocurrencias de esos dos niños te hacen sonreír.La unión de una familia que sigue adelante a toda costa te emociona. También se vislumbra el papel de los colaboracionistas en el régimen de Vichy y la represión posterior. Asimismo, se resalta, y es de justicia, el papel de la Iglesia Católica en la salvación de los perseguidos en aquella época convulsa. 
  Una buena película, muy bien llevada y que hará las delicias de niños y mayores.