Nicolás Gogol es uno de los padres de la literatura
rusa del siglo de oro, que para Rusia es el XIX. Se creía portador de una
misión. Dios le había hecho escritor para denunciar los males de la sociedad
rusa de su tiempo, y ayudar a ese pueblo a salir de esa situación. Almas
muertas correspondería a la primera fase: la descripción de una sociedad que
vive en la inmoralidad, que hace del enriquecimiento su objetivo sin preocuparse
de las personas, ni disfrutar en el fondo de la naturaleza, ni del entorno
familiar, ni del verdadero amor al trabajo (uno de los pasajes más bellos está
dedicado precisamente a este último aspecto).
Chíchikov, el protagonista, busca
enriquecerse comprando, a muy bajo precio, siervos que hubieran fallecido sin
tener registrada la defunción. Así podía presentarse como un hombre que poseía
cientos de almas (las propiedades en Rusia no se contaban por hectáreas sino
por almas, es decir, por los siervos que cada señor poseía), y ser considerado
y recibir ayudas e influencias. En realidad, las almas muertas son esos
corruptos, la gente materialista que solo quiere dinero y prestigio a toda
costa.
Almas muertas es una obra
inacabada, ya que Gogol, en un momento
de desesperación, rompió los últimos capítulos, abandonó la literatura, y murió
de desesperación a los pocos meses. Pero eso no es óbice para considerar esta
obra como un gran monumento, junto con Taras Bulba, de la literatura rusa, y a
su autor, una de las más altas referencias de la literatura universal.