jueves, 26 de septiembre de 2024

LA ÚLTIMA CANCIÓN DEL VERANO, Roberto Hurtado


   Jaime, un inquieto chico 17 años que termina el Bachillerato y la Selectividad (y que toca el bajo), comienza el verano de 1993. Él piensa que le espera un verano como los demás, pero no será a sí. Algunos sucesos trágicos acaecidos en su barrio, la relación de amor-odio con su familia (su padre y su hermano Alejo), y, sobre todo, el encuentro con una prostituta llamada Isabel, hará que este verano será crucial, y cambie su vida para siempre.

   El autor, ya experimentado escritor, nos ofrece una historia apasionante, con ritmo, y con un estilo muy cuidado, en la que los personajes van delimitándose conforme avanza el relato. Muy original la organización de la historia en 28 capítulos con títulos muy sugerentes que te invitan a seguir leyendo, técnica de buen guionista, que sabe utilizar con soltura, sin romper el relato. 

   La última canción del verano transmite, sin moralinas, todo tipo de valores: amistad, resiliencia, empatía, superación, gestión de las frustraciones, etc. El capítulo final, titulado Redención, es magnífico (ya el título te da una pista). A mí particularmente es un palabra (y un concepto) que me atrae. ¿Se podría comparar con la historia (de redención) de Raskolnikov y Sonia que nos ofrece Dostoievski? Desconozco si el autor se habrá inspirado en Crimen y castigo, pero de todas formas tiene ese sabor clásico de la gran literatura rusa. 

   En suma, una novela que hará las delicias de los jóvenes pero también de mayores. En este sentido, pienso que no es una novela juvenil: relata una historia que trata de jóvenes, pero que puede ser leída por todo tipo de público. En suma, una estupenda obra de Rodolfo Hurtado, a quien tuve el gusto de conocer en la feria del libro. ¡Enhorabuena, pues! Y esperemos que siga publicando buenas novelas. 

sábado, 21 de septiembre de 2024

COSAS MÍNIMAS, Carlos Javier Cebrián

 


   Carlos Javier Cebrián publica en este pequeño volumen los artículos que publicó  de 2004 a 2008 en la revista llamada Noticias de Elche y en otros medios digitales. La columna era sucinta (la recuerdo muy bien, tenía un fondo verde, yo también publiqué alguno) y los artículos por tanto eran breves. Los temas eran muy variados, pero pienso que hay una hilo común que los une y que es, al fin de cuentas, la raíz de donde parte la creación de este poeta, articulista, crítico, animador y organizador de eventos llamado Carlos Javier Cebrián, al cual debemos su contribución -no pequeña- para que Elche tenga un actividad cultural que se merece. 

   ¿Y cuál es esa raíz, en mi opinión? Cebrián es un autor que pone su interior en un escaparate, que arroja lo que piensa y lo que siente, lo que cree. Piensa -y con razón- que la literatura no está para hacer frases bonitas, sino para comunicar tus propias emociones o tus propias búsquedas, tus certezas más tambaleantes y tus dudas más seguras. Esto, en definitiva, configura su poesía, y es lo que aparece también en sus artículos. Dice lo que piensa, lo que cree, lo que no cree, sin cambalaches. A alguno le puede parecer provocador, pero, si la literatura no es provocadora, ¿qué es entonces? Nos habla de lo más profundo y de lo más banal (que puede ser en ocasiones lo más profundo): la felicidad, la libertad, la estupidez, el deseo, el infierno, el amor y el desamor, sus recuerdos de la infancia... 

 Quiero resaltar aquí el artículo titulado 33 líneas aproximadamente. Y no solo porque la cita que lo encabeza es de mi padre, sino por que revela muy bien el impudor como valor positivo en la literatura. Creo que mi padre y Carlos Javier son dos personas muy opuestas en época, mentalidad, ideología, etc. Pero coinciden en pensar que es necesario a veces desnudarse, perder ese decoro, y mostrar el fuego que llevamos dentro. Mi padre no tuvo la culpa de haber nacido ardiendo. Carlos Javier, tampoco. Tal para cual. Grandes personas, grandes poetas. Y, por cierto, grandes  organizadores de eventos culturales los dos. Es una suerte haberlos conocido. 

miércoles, 11 de septiembre de 2024

LA VOZ DORMIDA, Dulce Chacón



    Esta novela trata sobre un grupo de mujeres presas, víctimas de la represión franquista después de la guerra civil. La autora, con un estilo ágil y preciso (y lírico, diría yo) nos cuenta la dureza de la situación de esas mujeres, humilladas con frecuencia por las carceleras y los carceleros, y en una situación injusta y deprimente. En el fondo, la novela es un homenaje a tantas mujeres que resistieron en su interior, que no cambiaron de ideas ni de bandos, y que se distinguieron por su afán de superación, lo que les lleva con frecuencia a no desesperarse y a buscar los caminos que puedan resolver su situación, sin lamentos inútiles, incluso con buen humor. También, la actitud de aquellas esposas que tienen al marido preso por ser comunista, y que mueven Roma con Santiago (nunca mejor dicho) hasta conseguir la reducción de la pena y, después de muchos años, el indulto.

  Chacón nos regala un precioso testimonio en una época como la nuestra empeñada en el empoderamiento de la mujer y en un revisionismo histórico que desentierre el papel que muchas féminas tuvieron en el ámbito social, político, científico o de lucha de derechos sociales. No hay que olvidar, por supuesto, a muchas mujeres que sufrieron con gran entereza vilezas injusticias y muchas murieron en el otro bando (por ejemplo, las 260 religiosas asesinadas). Aunque no lo diga específicamente, este libro representa un homenaje a todas las mujeres que sufrieron en esos trágicos años. 

  Una buena novela, en suma, que se lee de corrido y que contribuye a que no quede en el olvido lo que mucha gente sufrió en aquella época, ya lejana en el tiempo, pero siempre lacerante en la memoria de nuestra sufrida nación. 

   Y muchas gracias a Sergio, el alumno de 4º ESO del curso pasado, que me la prestó. Espero que no sea el último. 

domingo, 1 de septiembre de 2024

ABEL SÁNCHEZ, Miguel de Unamuno

 



   Esta novela trata sobre la envidia, vicio capital y muy español, según dice (aunque en todo el mundo hay envidiosos). Parece ser que don Miguel era muy envidioso y quiere tratar este defecto que le atormentaba. 

   Dos amigos de la infancia: Abel Sánchez y Joaquín (se podía haber llamado Caín, pero hubiera sido todo demasiado patente). Ya digo, uña y carne desde niños. Pero cuando empiezan a crecer Joaquín se da cuenta que Abel es más simpático, sabe tratar bien a la gente, tiene muchos amigos, cae muy bien a la gente y... el vicio de la envidia comienza a arraigar en él como una mala hierba. 

   Me ahorro contar más. Solo diré que la cosa se complica cuando aparece una atractiva mujer, Helena (¿un guiño a la heroína griega?)

   La novela es fantástica, me ha gustado mucho, más que la tía Tula. Niebla también me encantó en su día, pero no me acuerdo ahora de qué iba (habrá que releerla). Ya digo, me recuerda a Dostoievski un montón. Pero en mi opinión hay una diferencia. Raskolnikov se redime (y eso que había matado una vieja); Joaquín no lo hace, aunque lo intenta una y otra vez: tiene que dejar de odiar a Abel que sigue siendo, ¡ojo!, su mejor amigo. 

   Y ahí está el quid de la cuestión. ¿Qué le falta Unamuno? ¿Por qué es un autor tan... triste. En mi opinión, le falta la  esperanza. Más que la fe: él es religioso, incluso un místico: los sonetos sobre el Cristo de Velázquez, su admiración por Santa Teresa y San Juan. Pero defectos (como todos),  y ha perdido la esperanza de erradicarlos (las lecturas que acumula sobre el existencialismo de Kierkegaad, etc, no le ayudan demasiado). No en vano el capítulo dedicado por Charles Moeller en esa obra maestra Literatura del siglo XX y Cristianismo (obra ya clásica que tendrían que leer todos los que quisieran saber algo de literatura), se titula La esperanza desesperada. Unamuno es algo así como un determinista. En el fondo, no llega a creer en el libre albedrío. En el caso que nos ocupa, Joaquín es envidioso, y no puede hacer nada por dejar de serlo. No cree en el hombre. Todo lo contrario al verdadero cristianismo que confía en la lucha del hombre por ser mejor, ayudado siempre por la gracia de Dios.  En ese sentido, es muy ilustrativo la conversación que tiene con el sacerdote que le confiesa. 

   En fin, Unamuno en pura esencia. Una novela que nos deleita por lo bien que está escrita, y nos hace reflexionar. Insisto, recomiendo para todo el que quiera entender a Unamuno la lectura de Charles Moeller en el capítulo que le dedica.