Solo tengo una palabra para comenzar el comentario de esta novela: desolación. El relato es impactante, no solo por el tema, sino por el estilo directo, prodigiosamente adjetivado con que describe con minuciosidad cada momento de sufrimiento, sin ahorrar nada al lector. La maestría de este autor para describir con una sola imagen lo que pasa otorga una asombrosa plasticidad al relato. No es extraño que, con esta aportación, Carrasco entrara por la puerta grande en la novelística contemporánea.
Aviso. Quien lee Intemperie tiene que estar dispuesto a sufrir. Pero, en medio del sufrimiento, hay cabida para momentos de gran lirismo y de nobleza sincera, de corazones puros. No todo es excremento
Un niño se escapa de un pueblo muerto y seco, en medio de la estepa, donde todo es ruin: las casas, los campos, las piedras negras y... los hombres. En ese lugar, todo es puro desarraigo. Todo, menos la maldad. El niño huye despavorido del cinturón de su padre y de cosas mucho más perversas. Las penurias que pasa el chiquillo os las dejo para el que se atreva. Alguien ha dicho que semeja un western. A mí me recuerda a Las ratas de Delibes. Pero más todavía al tremendismo de Cela en La familia de Pascual Duarte.
En fin, un libro, os lo aseguro, que a nadie dejará indiferente.
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