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Nací en Palencia en 1960. Ejerzo la docencia en un Instituto de Elche como profesor de Historia del Arte e Historia Contemporánea. He escrito algunos libros y me gusta leer. Participo en diversas actividades literarias. No soy un crítico: lo que pongo aquí son algunas impresiones muy breves sobre lo que leo. No pretendo más. Gracias por visitarme.

jueves, 8 de octubre de 2015

EUGENIA GRANDET, Honoré de Balzac

   Acabo de terminar esta gran obra del realismo decimonónico francés. El señor Grandet, un rico vitivinícola del pueblo de Saumur, es un avaricioso compulsivo, y tiene casi encerradas a pan y agua a su mujer y a su hija Eugenia, casadera y heredera de su fortuna. Pero Eugenia es un espíritu libre, inocente y delicado… 
   Me recuerda mucho a la Regenta, a Anna Karenina y a otros relatos que he leído de la época. Un espíritu puro enfrentado a los egoísmos de una sociedad convencional e hipócrita. 
   Balzac incide mucho en el dinero, que es el verdadero protagonista. El dinero lo puede todo, incluso aplasta el amor y todo sentido más ético de la vida. El relato se ubica hacia 1820, con la restauración en Francia y la vuelta de los Borbones. En concreto, se habla de Carlos X. Y fue escrito por Balzac en 1833, al poco de caer los borbones reemplazados por Luis Felipe, el rey burgués. 
......Spoiler 
   La acción comienza cuando el hermano del protagonista se suicida porque se ha arruinado, y manda a su hijo Carlos, primo de Eugenia, a la casa de Saumur. Eugenia se enamora perdidamente de él, y desdeña a los pretendientes que se quieren casar por dinero. Carlos, en su aflicción, corresponde a su amor, pero se tiene que marchar a las indias, y allí la olvida y encuentra una dama de la nobleza muy fea, pero que le puede hacer marqués. El dinero y el poder. Eugenia termina casando con un juez de Saumur al que no quiere. Su marido muere al poco tiempo, y muerto también el padre y la madre, se queda sola y cuarentona con su fiel criada Nanón. Un escena que me impactó fue la muerte del padre, cuando le presentan en el lecho de muerte la Cruz para besarla, al darse cuenta de que es de oro, la agarra fuertemente, y no quería desprenderse de ella. Tan avaro era.

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