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Nací en Palencia en 1960. Ejerzo la docencia en un Instituto de Elche como profesor de Historia del Arte e Historia Contemporánea. He escrito algunos libros y me gusta leer. Participo en diversas actividades literarias. No soy un crítico: lo que pongo aquí son algunas impresiones muy breves sobre lo que leo. No pretendo más. Gracias por visitarme.

sábado, 6 de agosto de 2022

DICEN LOS SÍNTOMAS, Bárbara Blasco

 



   No conocía a esta autora, y tampoco tuve la oportunidad de escucharla cuando pasó por Elche. Me habían hablado de su buena pluma y de su consistencia. El día del libro fui agraciado por un buen amigo con esta novela. 

   Virgina, una chica en plena crisis existencial, se ve obligada a cuidar de su padre, enfermo terminal en coma. Digo "obligada", porque no ama precisamente a su padre. Su madre es una histérica setentañera con la que tampoco es que se lleve demasiado bien. Lo demás, lo dejo para el lector.

  El primer capítulo me fascinó por lo bien escrito que está y la descripción que hace de los hospitales. Pero, conforme fui avanzando, me pareció sencillamente deprimente. Doy gracias a Dios de ser cristiano y de tener un valor positivo de lo que es el dolor, el sufrimiento, la fe de creer firmemente que habrá otra Vida, y de ver en todas las personas que me rodean hijos de Dios, aunque no me caigan demasiado bien, y tenga cuentas con ellas en el pasado. Y comprendo lo mal que se tiene que pasar, sin ese bagaje espiritual, sobre todo en situaciones de hospitalización y de dolor propio o ajeno, y más cuando es un sufrimiento terminal. 

   Las soluciones que se buscan para esas situaciones son siempre (como se ve en la novela) son rocambolescas y forzadas. Al final, sospechas que todo eso es falso y que no se da en la vida real. De tanto no amar, nos podemos convertir en marcianos, tipos raros con remedios postizos a nuestros problemas. En cambio, si guardamos serenidad y una cierta visión positiva de la vida (ya no digo una creencia religiosa ardorosa), podemos simplemente aplicar el sentido común, y arreglar los estropicios vitales, al menos un en parte. 

   Curiosamente, he leído esta novela al mismo tiempo que un artículo de Juan Manuel de Prada sobre De profundis, esa gran carta magna sobre el sentido del sufrimiento que escribe Oscar Wilde a Douglas. Es más, leeré esa obra maestra otra vez en cuanto pueda. Necesito un antídoto. 

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