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Nací en Palencia en 1960. Ejerzo la docencia en un Instituto de Elche como profesor de Historia del Arte e Historia Contemporánea. He escrito algunos libros y me gusta leer. Participo en diversas actividades literarias. No soy un crítico: lo que pongo aquí son algunas impresiones muy breves sobre lo que leo. No pretendo más. Gracias por visitarme.

viernes, 24 de agosto de 2012

DAVID COPPERDIELD, Charles Dickens

   Acabo de terminar el libro. Una novela que recordaré toda mi vida. No es mi bautismo en Dickens, pero ha merecido la pena. Fue escrita entre 1848 y 1850 en fascículos, y fue un éxito total. La gente esperaba el correo para leer el siguiente. Dickens vivió de 1812 a 1870. Es decir, en plena época victoriana, una época llena de contrastes. Es una Bildungsroman o novela en la que el protagonista aprende de la misma vida. Por una parte, es idealista: muchos personajes son puramente buenos (David, Peggoty, Agnes), otros puramente malos (Murdstone, Uria Heep).
   Hay otros que se mueven en el itinerario del mal al bien con distintos resultados (Ms. Belstey, Streeforth). Pero por otro lado, es una novela realista, no se puede decir que sea romántica. Está a caballo, es… victoriana. Es decir, aprovecha Dickens para hacer una crítica social, la sociedad burguesa victoriana, llena de “grandes valores” burgueses, pero que no sentía compasión de la miseria y de la opresión en el que vivía mucha gente (sobre todo, muchos niños) en la misma Londres, ciudad que retrata como un personaje más. Y eso porque Dickens había vivido esas experiencias.
   David Copperfield es la más autobiográfica de sus novelas, y su preferida. De todas formas, el cristianismo de Dickens se ve en la esperanza. Al final, triunfa el bien. Y no es maniqueo. Entre los burgueses hay gente de corazón; y, entre los pobres, gente ruin. Otro rasgo de Dickens es la ironía con que suaviza situaciones muy duras. Y los personajes grotescos e incluso cómicos.
   Me ha gustado mucho la infancia de David, la primera parte. La infancia de David es triste. Es increíble cómo un niño puede vivir hasta los diez años esa experiencia tan desdichada, y lo egoísta y cruel que puede llegar a ser el ser humano. Pero también hay otra gente que es pura, comenzando por el mismo David. Luego, a mi parecer, embarranca un poco con demasiado detalles y demasiados nombres, hasta que el final vuelve a remontar. Digno de leer es el capítulo “La Tempestad”. Compensa leer aunque sea aislado, ese magistral relato.
   En resumen, un clásico ante el que nadie quedará indiferente. Una gran novela y un autor universal.

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