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Nací en Palencia en 1960. Ejerzo la docencia en un Instituto de Elche como profesor de Historia del Arte e Historia Contemporánea. He escrito algunos libros y me gusta leer. Participo en diversas actividades literarias. Con este blog, pretendo simplemente dejar constancia de todo libro que cae en mis manos, con el deseo de que me sirva para reflexionar sobre lo leído y poder así compartir mis impresiones. Muchas gracias.

martes, 14 de octubre de 2025

TRÁNSITOS, Jesús Zomeño

 



   Para viajar de Sofía a Bucarest, es necesario tomar cuatro trenes. Y cuatro son los capítulos de esta singular novela, que sigue en todo ese itinerario. En realidad, cuatro relatos de ficción independientes, con distintos protagonistas. Sin embargo, hay un algo común, que hace de esta creación literaria algo coherente y unitario. 

 El viaje en tren se convierte, según pasan las páginas y los railes, en un trasunto del viaje interior que emprenden los protagonistas. Lo he leído por orden cronológico, que difiere en algo al orden de los capítulos. En el primer tramo del viaje, dos viejos agentes soviéticos viajan al funeral de un colega; en el segundo, es un pasajero individual el que se plantea una serie de dilemas, tomando pie de lo que observa en el vagón; en el tercero, un policía huye de los que pretenden matarle y se encuentra con un vampiro tatuador como compañero de viaje; el cuarto, una joven, que se hace llamar Mary Shelley, va al encuentro de un novio que ha conocido en Internet, y le cuenta a un interlocutor anónimo, los motivos más oscuros de sus heridas interiores

   El estilo personalísimo de Zomeño, ya perfectamente reconocible en las anteriores obras, despliega aquí todas sus claves. Ese estilo es el que hace de esta novela un obra inclasificable, fuera de lo común (en el sentido más literal del término). A mi parecer, encontramos en todo el relato una particular alianza entre los objetos y los espíritus. Una maleta, un café servido frío, un sobre abierto, un clavo en una puerta, un mango en el plato, un plátano o el simple hecho de rascarse la nariz, pueden convertirse como por ensalmo en un grave dilema existencial, en duda o miedo, o en una retorcida ironía que desdobla la verdad y el bien. 

 Personajes perdidos en el tiempo-tren, que viven como pueden de la añoranza, seres dominados por la aprensión y la incertidumbre, inseguros, se agarran a lo mínimo para tomar grandes determinaciones, mientras su mundo se reduce a un vagón de un viejo ferrocarril. Lo más sublime puede acabar en una sonrisa sardónica, y lo más superficial puede desembocar en un milagro de celebración. Todo se puede esperar de un autor que sabe sacar punta del milímetro existencial más recóndito.

   El viaje que emprenden Yavor, Rania, Antonio Martínez o Mary Shelley, en realidad, es un fragmento lineal de su azarosa vida, en el que tienen que debatirse entre un hundimiento en el fondo abisal de su propia incoherencia, o un intento de salir a flote como puedan, para esperar pacientemente una agonía por lo demás inevitable. Todo lo sabremos (o no) en el destino final, cuando llegue su última parada. 

   Con su última novela, Jesús Zomeño nos regala una obra llena de ingenio, frescura y originalidad, que lleva el marchamo de su ya inconfundible forma de contar. Se podría decir que aquí Jesús es más Zomeño que nunca. 

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