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Nací en Palencia en 1960. Ejerzo la docencia en un Instituto de Elche como profesor de Historia del Arte e Historia Contemporánea. He escrito algunos libros y me gusta leer. Participo en diversas actividades literarias. No soy un crítico: lo que pongo aquí son algunas impresiones muy breves sobre lo que leo. No pretendo más. Gracias por visitarme.

viernes, 5 de noviembre de 2010

EL ALMA DE LA CIUDAD, Jesús Sánchez Adalid


   Estamos ante otra excelente novela histórica de Jesús Sánchez Adalid. Esta vez, ambientada en la España de los siglos XII y XIII. Como siempre, está muy bien documentado y la trama es interesante. 
   Lo mejor es el tratamiento de los personajes y de la ambientación. Te describe de tal manera las ciudades, el modo de vestir o de comer, que parece que lo estás viendo. Además, los personajes no son seres esteriotipados ni maniqueos. Tienen sus bondades y sus vicios, sus debilidades y sus ideales. Adalid trata también de profundizar en la mentalidad y en la visión político-religiosa de esa época. Para ello, expone el pensamiento de San Agustín y de otros Padres, cosa que en ocasiones ralentiza la acción. 
   El guión, con todo, no se reduce a la típica trama policiaco-medieval, tan de moda ahora: es algo más complejo y elaborado, y, por tanto, más creíble.
   Sea como sea, cuando cierras el libro, además de entretenerte y disfrutar, has aprendido.

jueves, 4 de noviembre de 2010

"Yo escogí la esclavitud", de Valentín Gómez "el campesino"



   "El campesino" fue uno de los héroes comunistas de la guerra civil española. En toda Europa se contaron sus hazañas. Al terminar la guerra, un barco le transportó a la Madre Patria de todos los comunistas: la URSS. 
   El libro cuenta su llegada al "paraíso soviético", su estancia allí durante diez años, su huida frustrada, y su huida definitiva, una vez experimentada en sus carnes la verdadera realidad soviética. Lo escribió en Paris, en 1950, poco después de su fuga al que una vez llegara con esperanza.
   Parece que abunda en el relato la invención, pero -con que la mitad sea verdad- ya nos damos por satisfechos, o mejor dicho, horrorizados, porque el relato es escalofriante. Sólo leer su paso por la temida Lubianka, o cómo se las gastaban los agentes de la temible NKVD, es para poner los pelos de punta. No ahorra, por otra parte, palabras poco agradables para los españoles que se pusieron al servicio del terror estalinista, como la Pasionara, Lister y otros.
   En fin, "el campesino", que murió en España en su cama en 1977, lo pudo contar. Otros, no pudieron; y otros, se callan y se siguen callando. Pero la verdad está ahí: ésa nunca muere.