(Tenía ya preparada esta entrada para su publicación, cuando hemos recibido todos la noticia de la renuncia de Benedicto XVI. Sirva de homenaje a este gran hombre, pensador y Pastor.)
Las pasadas navidades tuve la ocasión de leer “La infancia de Jesús”, la última entrega del libro que ha escrito Joseph Ratzinger. Se trata de un comentario sobre los pasajes del Evangelio que hablan de la infancia de Jesús. Los cristianos hemos escuchado multitud de veces esos relatos, que han sido acervo común –ahora, menos– de gran parte de la humanidad: la anunciación a María, la huida a Egipto, el portal de Belén, la adoración de los pastores y de los magos…
Tantas veces que quizá nos resbalen, y nos suelen a lo de siempre, a catecismo rancio, cuando no a cuento de niños. Eso es precisamente, en mi opinión, lo que contribuye a reparar “La infancia de Jesús”. Benedicto XVI arroja una nueva luz sobre las distintas situaciones y palabras que aparecen en los Evangelios, haciéndonos descubrir “mediterráneos” que jamás hubiéramos sospechado.
El Evangelio (esto es bastante evidente para un lector atento, aún agnóstico) dice mucho más de lo que aparente denotan la literalidad de las palabras. Ocurre igual con la buena poesía. Es, al decir del pueblo, un pozo sin fondo.
Pero hay que saber sacar el agua de ese pozo, y Joseph Ratzinger, un profundo erudito de fina sensibilidad, es un maestro en este arte.
Las pasadas navidades tuve la ocasión de leer “La infancia de Jesús”, la última entrega del libro que ha escrito Joseph Ratzinger. Se trata de un comentario sobre los pasajes del Evangelio que hablan de la infancia de Jesús. Los cristianos hemos escuchado multitud de veces esos relatos, que han sido acervo común –ahora, menos– de gran parte de la humanidad: la anunciación a María, la huida a Egipto, el portal de Belén, la adoración de los pastores y de los magos…
Tantas veces que quizá nos resbalen, y nos suelen a lo de siempre, a catecismo rancio, cuando no a cuento de niños. Eso es precisamente, en mi opinión, lo que contribuye a reparar “La infancia de Jesús”. Benedicto XVI arroja una nueva luz sobre las distintas situaciones y palabras que aparecen en los Evangelios, haciéndonos descubrir “mediterráneos” que jamás hubiéramos sospechado.
El Evangelio (esto es bastante evidente para un lector atento, aún agnóstico) dice mucho más de lo que aparente denotan la literalidad de las palabras. Ocurre igual con la buena poesía. Es, al decir del pueblo, un pozo sin fondo.
Pero hay que saber sacar el agua de ese pozo, y Joseph Ratzinger, un profundo erudito de fina sensibilidad, es un maestro en este arte.