Tener como protagonistas de una película a Clint Eastwood y Morgan Freeman, es una garantía, pero si además les acompaña una joven actriz (Hilary Swank) que lo borda, es el no va más. Por ello, estamos ante una muy interesante película de una calidad que solo pueden alcanzar los grandes, con una interpretación suprema, aunque el guión, según mi opinión, flojee en ocasiones. Los diálogos son un ejemplo de elaboración, y la voz narradora sirve de conciencia y unifica el relato, lo dignifica.
Otra cosa es hablar del trasfondo inmoral que presenta, al mostrar como un acto de virtud algo tan terrible como la eutanasia: acabar con la vida de alguien, "por piedad". Allí sí que Eastwood tenía que haber ahondado más en el dilema moral, sobre todo, en la conversación con el sacerdote, al que presenta demasiado frío y distante.
El guionista estira el caso al límite para llevarnos a un callejón moral sin salida aparente. Es poco noble con nosotros. Siempre existe una salida, por muy dura que se presente una situación. Y esa salida nunca pude ser la muerte voluntaria, el suicidio.
En conclusión, una gran película en su ejecución, pero desenfocada en sus planteamientos existenciales.
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