Deliciosa película del japonés
Kore Eda que se consagra con este regalo a la sensibilidad del espectador, y
puede ser llamado maestro. Incluso alguno le comparan con el gran director
nipón Ozu. Tres hermanas se enteran de la muerte de su padre, que se fue de
casa con otra hace quince años. Van al funeral,
allí conocen a su hermanastra, un niña de catorce años
Lo que podría ser un melodrama
desgarrador, se convierte en una amabilísima película llena de un sobrio
lirismo que termina por cultivar. No está narrada de forma lineal, sino a base
de pequeñas escenas cotidianas y familiares donde no pasa gran cosa y donde se
huye de lo melodramático y de todo tipo de sobreactuación. Todo es sencillo, limpio,
muy sincero, sin trampa ni cartón. La película transcurre como la vida misma,
llena de pequeñas situaciones aparentemente intranscendente. Pero recordemos
que una vida apasionante puede estar entretejida de palabras y hechos nada
llamativos.
La maestría de Kore Eda consiste
en transmitir emoción con lo cotidiano, de modo que te convence de que la vida,
nuestra vida normal donde casi nunca pasa nada reseñable, puede ser una
historia extraordinaria, un milagro, como
el que se produce en la vida de esas cuatro hermanas.
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