García Montero, el reconocido poeta granadino, plantea en este último poemario una reformulación de aquello que afirmó Jean Paul Sastre: "el infierno son los otros". Mas bien, prefiere un combate consigo mismo "a puerta cerrada". Y nosotros somos algo que siempre ha ocupado la reflexión de Montero: somos, dice, puro tiempo, un reloj crucificado en una pared, la ceniza que queda después de muchos años.
Es emblemático el poema titulado "Selva fría", unos versos imbuidos de una desorientación letal. La ciudad como un cúmulo de anónimos. "Yo me convierto en un desconocido para que fueras confiar en mí", afirma en el poema "Oficio".
Pero está el lobo, que representa si quieres la acción, el plan, el proyecto, el acecho a nuestra propia incapacidad de reacción.
Observo un Montero cada más profundo, más anclado en la presente condición humana donde todo parece vaivén. Pero también más anclado en los sueños, en la esperanza. La charla que dio en Elche me corrobora en esta impresión. Sinceridad no quiere decir cinismo.
Observo un Montero cada más profundo, más anclado en la presente condición humana donde todo parece vaivén. Pero también más anclado en los sueños, en la esperanza. La charla que dio en Elche me corrobora en esta impresión. Sinceridad no quiere decir cinismo.
Los poemas que más me han gustado son "Vigila un examen", "Mónica Virtaten", "La cometa", "Rehabilitación", y "Puertas cerradas".
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