Esta primera entrega de la última novela de Juan Manuel de Prada consta de unas 800 páginas. Como me la dedicó el autor cuando estuvo en Elche, hice el firme propósito de leerla. Pero he ido poco a poco, sin prisas y compatibilizando su lectura con otras. Al final, no me he sentido agotado (el autor sí, según nos cuenta, ya que la escribió ¡a mano!) Pienso que ha sido para mí una experiencia única. Literatura de gran calidad, como solo este autor y muy pocos más saben hacer, pero que entronca con la tradición española del esperpento novetayochista, del tremendismo celiano, e incluso de la picaresca del siglo de oro.
Pero es que además está basada en un estudio documentado de todo lo que ocurrió con los artistas españoles exiliados en el París ocupado por los nazis (1940-41). Para ello, se ha pasado meses investigando en distintos archivos franceses y catalanes, y en otras fuentes personales. El único personaje ficticio es Fernando Canales (ya protagonista de Las máscaras del héroe). Escrita en primera persona, es un relato río (casi mar) con multitud de personajes que salen y entran, convirtiéndose en una obra coral (yo he contado, más o menos, unos 60 personajes, y creo que me quedo corto).
Tiene planteamiento muy claro, y un interminable nudo trenzado de donde salen cabos por todas las esquinas. Desenlace no tiene. ¿Te pierdes? Yo no me he perdido en ningún momento, me lo he pasado muy, me reído mucho y he llorado un poco. Pese a los guiños brutales y mostrencos, tanto marrones como obscenos (no hay que olvidar que leemos la novela con la gafas deformadas del protagonista, que lo convierte todo en esperpento), tiene páginas de magistral lirismo como su encuentro con Ana María Sagi y con Ana de Pombo, y descripciones magistrales que dan ganas de enmarcar (como la famosa conferencia de Gregorio Marañón en París ante los jerarcas nazis, que Juan Manuel ha sacado del olvido).
Los pintorescos frescos con que ameniza el ambiente, la ironía con que narra las situaciones más estrambóticas y la riqueza de su inacabable vocabulario hace de esta novela tenga un puesto señero ya en la literatura española. No hay duda, y así lo han corroborado la crítica: De Prada se ha consagrado definitivamente (si no lo estaba ya). Y nos espera la segunda parte.
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