
Pero el pueblo francés cada vez lo estaba pasando peor y estalló la revolución. Y ahí tenemos a este personaje que se precipita en pocos meses desde los más altos placeres de una vida absolutamente despreocupada hasta la falta de libertad, la humillación, el sufrimiento sumo de la separación física y mental de su propio hijo, y, al final, la guillotina.
Pero ahí, en esa prueba suma, es donde surgió en esta mujer el valor, la dignidad y el orgullo frente a las afrentas más detestables, el hambre y la reclusión, el simulacro de proceso y la muerte ignominiosa. Si no llega a ser por esos dos años, María Antonieta, la hija pequeña de la emperatriz Teresa a la que todo el mundo abandonó, no hubiera sido grande ni hubiera pasado a la Historia con mayúsculas.
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