Decía Chesterton que un hombre mediocre es aquel que pasa al lado de lo grande, y no se da cuenta. Mucha razón tiene, a mi parecer, el genial escritor inglés. Después de haber leído este poemario, uno parece atreverse, no tanto a corregir, pero sí a acuñar una nueva consideración a esa lapidaria aseveración del gran Gilbert. "Lo grande" puede ser algo muy pequeño: una vaina de guisantes, un pino al atardecer, o el sonido del mar entrando en una roca.
La vida, decía John Lennon, es algo que pasa mientras hacemos cosas. Y la vida nos puede ofrecer dones inconmensurables en cada esquina. Dones que despreciamos olímpicamente porque tenemos que enviar un wasap o escuchar las últimas noticias de las tres.
Antonio Moreno, con una pluma maestra, te introduce en otra dimensión de la existencia humana mucho más plena. Una dimensión que está al alcance de la mano de cualquiera, pero que nadie se atreve a asir con la decisión y entrega.
Tenemos que pararnos, darnos cuenta de lo que somos y de lo que recibimos, respirar hondo y contemplar lo que el Creador quiere que pase a nuestro alrededor. Y esos "momentazos" aparecerán en nuestra vida sin avisar, de modo inesperado.
Es el carpe diem horaciano en sentido positivo: aprovechar a tope este instante preciso, no dejar que el tren pase de largo. Si vivimos el presente, cada instante tendrá -como dejó escrito el santo de lo ordinario- vibración de eternidad, y como concluyen también estos lúcidos versos que nos regala Antonio Moreno en este pequeño gran libro titulado Lo inesperado:
Aprende de la espuma a ser adiós
y encuentro, y nuevamente adiós y encuentro,
esa entrega sin fin de vida y muerte.
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