En realidad, llevo varios meses leyendo a Chejov. Y no solo relatos, sino también obras de teatro. ¡Qué descubrimiento! Chejov es el escritor de lo ordinario. Relata lo que le puede pasar a cualquiera, a ti y a mí. Indaga en el interior del corazón del corazón humano, pero no es un Dostoievski que estira los sentimientos y las pasiones hasta límites insospechados. Sus personajes se mueven en situaciones y tienen las reacciones que podemos tener nosotros, que somos -como ellos- uno de tantos.
En realidad, por sus páginas pasan todos los sentimientos y preocupaciones: la soledad, el luto, la tristeza, la envidia, la nostalgia por lo perdido, la añoranza de tiempos antiguos, o la esperanza, fundada o no, en que vendrán tiempos mejores.
Chejov tiene una visión algo pesimista del ser humano (o del ruso de su tiempo): "las cosas mejorarán", dicen muchos de sus personajes, pero en realidad ellos no hacen nada en concreto para que vayan mejorando día a día. Critica pues cierto idealismo quijotesco que invade al ruso de su tiempo y que le hace moverse en una melancolía inútil.
Novelas cortas, sí, pero también obras de teatro que impresionan por su hondura y por sus diálogos (las comentaremos en otra entrada). En resumen, Chejov es uno de los grandes, quizá el más olvidado de la edad de oro de la literatura rusa. No tiene emblemáticas novelas que quedarán en la mente de las generaciones (Guerra y Paz, Crimen y castigo...), pero sí un montón de relatos breves deliciosos que serán del disfrute de cualquier lector ávido de buena literatura. No pierdan el tiempo: ¡Descubran a Chejov!
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