Leer una novela policíaca de Mary Higgins Clark supone un descanso merecido del guerrero lector. Sobre todo, de alguno que yo me sé, y que se mete entre pecho y espalda novelones modernos y clásicos donde participar de verdaderos dramas y situaciones muy duras.
Por el contrario, en estos relatos ambientados en las fiestas navideñas, esta autora norteamericana relata todo con sorprendente fluidez y con un tranquilo sentido del humor. Sus personajes, masculinos y femeninos, están descritos con naturalidad y recato, sin esa morbosidad de la que hacen gala bastantes autores actuales. Los personajes son rectos, sin esquinas, con un gran compromiso y afecto por los suyos, y con una religiosidad asimilada en las costumbres, en las relaciones sociales y en las intenciones.
Son relatos breves que te entretienen. Son platos sabrosos y livianos: no hace falta demasiado estómago para asimilar lo que va pasando. Hasta los malos son un poco inútiles y, en cierta medida, simpáticos.
Volveré de vez en cuando a Mary Higgins Clark. Un poco de novela negra nunca viene mal. Tengo varias novelas suyas en mi biblioteca.
Volveré de vez en cuando a Mary Higgins Clark. Un poco de novela negra nunca viene mal. Tengo varias novelas suyas en mi biblioteca.
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