Para mí estas palabras definen muy bien la poesía de An Yi Campello. Sencillez, comunión con la naturaleza, espiritualidad, inocencia y atrevimiento al mismo tiempo. En un mundo cada vez más materialista, la lectura de estos poemas constituye una corriente de aire fresco que ventila el alma, y, por qué no, una suave propuesta de nuevos caminos a nuestra anquilosada y ortogonal sociedad occidental.
Me ha encantado su incursión por la espiritualidad africana, menos conocida que la asiática pero perfectamente válida y actual. An Yi se sirve de cualquier espiritualidad auténtica como camino hacia la paz interior y la realización personal, como demuestra en su poema titulado "Liberada y regreso a casa".
La autora medita también sobre la necesidad del silencio: "¡Callad, malditos!", llega a exclamar. Muchos hemos querido gritar lo mismo más de una vez. Me he sentido plenamente identificado con los llamados poemas del silencio.
Gracias, An Yi, Ángeles. Esperemos que sigas alimentando estos silencios.
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