Acabo de terminar este poemario, que ha merecido el prestigioso premio Villa de Cox. Se trata de un conjunto de poemas escritos durante un periodo no pequeño de tiempo, y dividido en cinco partes. Una estructura muy equilibrada donde no decae la calidad y la emoción en ningún momento.
La voz de Julián es esencialmente emotiva y evocadora, sin caer en el barroquismo o en el sentimentalismo. Yo resumiría la poética que resumen el libro en don palabras: luz y equilibrio.
Luz, porque nos encontramos ante una poética valientemente afirmativa, positiva, que homenajea sin ambages la vida, en la línea del actual Eloy Sánchez Rosillo, o los clásicos Claudio Rodríguez o Jorge Guillén. Me alegra encontrar esta luz, que he comprobado también en otros poetas, y que valoro (no sé si injustamente) como una superación de la llamada poesía de la llamada poesía de la experiencia, donde toda sombra era bienvenida.
En segundo lugar, equilibrio. Las imágenes están donde deben estar, y sirven para el propósito de hacer más eficaz la expresión de una pasión, de un afecto o de una consideración. Eso lo consiguen los maestros, o los que (como en el caso de Julián) explican literatura.
Es difícil quedarse con algún poema, ya que el libro es muy unitario. Pero yo señalaría cinco: Caja de herramientas, Alegría, madera viva, Cuarto y Frente al mar. Me ha sido muy difícil hacer esta selección, ya que - como he dicho, y concluyo-la calidad es patente en todas las página de La vida ámbar.
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