Amelie Nothomb nos vuelve a sorprender con esta novela que, a todas luces, narra sus tres primeros años de vida. Ya hemos comentado en este blog Ni de Eva ni de Adán y Estupor y temblores, que han causado justa sensación en el mundo literario por su originalidad, su ingenio y su profundidad.
Para el que no lo sepa, Amelie Nothomb es un chica belga que nació y pasó su infancia en Japón, ya que se padre era diplomático. Tanto se identificó con el país que lo vio nacer, que aunque luego volvieron a su país, ella se cree más japonesa que belga, es más, más japonesa que muchos japoneses.
¿Y a qué se debe es extraño título? ¿No resulta un tanto extraño que sirva de marco para su infancia, cualquier infancia? Lo es, pero nada debe sorprendernos de esta autora, que utiliza las más ocurrentes y ¿pavorosas? imágenes para expresar el sentir de la existencia, la obnubilación por la naturaleza, los problemas de comunicación o la pregunta sobre el más allá. Me he divertido mucho con su narración: es única. Me recuerda a Eduardo Mendoza en su famoso y fabuloso cuento Sin noticias de Gurb.
Ah, y muchas gracias a Javi Vicente por prestarme y aconsejarme el libro. Hay préstamos que son un tesoro
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