Un alcohólico, un putero, un ludópata, un fumador
empedernido… Este es el desfile de modelos que el autor de El vicio de perder
nos presenta en una oscura pasarela que nos enreda sin remedio.
Francisco Gómez (Elche, 1966) nos tiene acostumbrados a
colocarnos de bruces contra la realidad que no queremos ver. Sus anteriores relatos
-desde Los días sin ti hasta Historia de una mentira- así lo
atestiguan.
Pero en el vicio de perder imprime una marcha más. Es
imposible, una vez que abrimos la primera página, descolgarse de ese descargado
muestrario de seres patéticos que deambulan por su -por nuestra- ciudad. Y es
que esos que nos presenta el autor en sus páginas, esos mismos nos los
encontramos todos los días cuando vamos a por el pan.
Su estilo directo, su lenguaje coloquial, su desprecio por
lo políticamente correcto… En resumen, su “perfecta imperfección” como al mismo
autor Francisco le gusta definir el libro- hace que el lector no permanezca de
ninguna manera indiferente, no sepa cómo mirar para otro lado, se considere de
alguna manera parte del problema, y se acerque a esas personas con el juicio
vacío y el corazón lleno. Un corazón como de Francisco que no oculta su amor y
comprensión por los personajes que crea, trasuntos de muchos otros de carne y
hueso, anónimos entre tanta muchedumbre apantallada.
El vicio de perder es un libro insoslayable. No serás
el mismo cuando lo acabes.
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