Estamos ante un impresionante testimonio en primera persona sobre la conversión de un musulmán de Bagdad, joven heredero de una familia de postín de la capital de Irak. Ahorro al lector más detalles.
Desde la primera página a la última, el lector vivirá en una tensión permanente por las pruebas que tuvo que soportar el protagonista en el proceso de su conversión, por otro lado inexplicable si prescindimos de lo sobrenatural y el poder de la gracia.
Joseph Fadelle ama a su familia, pero rechaza el Islam de plano. Le parece que es imposible vivir así en una sociedad donde se rechaza la libertad. Además, descubre en el Cristianismo la posibilidad de tratar a Dios con espontaneidad, como a un Padre, como a un amigo. La atracción que ejerce desde el principio la Fe cristiana es un aldabonazo para los que la conocemos desde niños, y quizá no vislumbremos, en su hondura, su profunda humanidad.
Por eso, es muy conveniente la lectura de este relato a los cristianos acomodados, con el fin que nos sirva de acicate y nos lancemos a las periferias, como nos anima el papa Francisco.