Ruby es la única oyente de una familia de sordos (sus padres y su hermano mayor), dedicada a la pesca. Ella es imprescindible en el negocio familiar, ya que supone la única vía de comunicación con los demás. Pero hete que aquí que a sus 17 años, Ruby descubre sus grandes aptitudes para el canto, y quiere entrar en un prestigiosa escuela de música en otra ciudad: ¿familia o proyecto personal?
¿Entonces, un drama? Ni mucho menos. Es una película amable donde las haya, y con momentos muy emotivos, como la escena en que canta una canción, mientras se la traduce con lenguaje de signos a sus padres y hermano. Las interpretaciones de la protagonista y, sobre todo, la del padre, hace que la película no caiga nunca en el melodrama pastoso, ya que se ve intercalada con delicados toques de humor y guiños sociales (la lucha de los pescadores).
En fin, ha merecido, como se sabe, el Oscar a la mejor película. Algunos han dicho: "le viene grande". Tal vez sea así. Lo que está claro es que el espectador saldrá contento y emocionado de haber visto una bonita película, que no pasará a la Historia, pero al menos hará pasar un rato inmejorable a los que se sienten delante de la pantalla, olvidándose por un tiempo de la pandemia y de la guerra.