Tras muchos meses sin hablarse, Gabriel decide convocar una reunión familiar con sus hermanas, con motivo del ochenta cumpleaños de su madre, y de esta manera poder superar sus desencuentros pasados. Aurora, su mujer, trata de disuadirle, porque sabe que los demonios antiguos son difíciles de conjurar, y teme que se acrecienten.
A base de llamadas telefónicas, Luis Landero nos cuenta la historia de esa familia con su maestría habitual. Las conversaciones surgen naturales y dejan traslucir los complicados pliegues del alma humana, siempre entrampada entre el victimismo, la envidia, los resquemores o las heridas que no acaban de suturar.
Luis Landero es un maestro del relato, uno de los mejores prosista de la lengua castellana vivos. Sus protagonistas, ya desde Juegos de la edad tardía (la novela que la aupó a la fama) son antihéroes, náufragos que intentan sobrevivir en un mar que en realidad es ellos mismos. Tiene una visión bastante pesimista del ser humano, y la cosa no suele acabar bien. No hay redención ni corrección del camino. Por eso, sus novelas dejan un poso algo amargo. Solo hay una, El balcón en invierno, que es una autobiografía, excelente como todas, pero con una visión de la vida más alegre y optimista.
En realidad, Lluvia fina es la historia de una familia, pero creo que tiene pasajes demasiado escabrosos y poco creíbles, como la horrible condición final de Horacio, o el papel demasiado histriónico de la madre.
En fin, con todo, es un autor imprescindible en el panorama actual español. Quien no haya leído Juegos de la edad tardía, debería hacerlo. Pero yo recomiendo comenzar por El Balcón en inverno.