Pocos años después de sobrevivir al gueto de Varsovia, el pianista de Radio Varsovia Wladyslaw Szpillman relata su terrible experiencia. Él no acabó, como la mayoría de sus amigos, como toda su familia (sus padres, su hermano Henrych y sus hermanas Rehina y Halina), vilmente fusilado en un muro por el capricho deun SS, o gaseado en Auswicht o en Trbinkla. Wladeck vivió para contarlo.
Se salvó de milagro, y estuvo a punto de morir no pocas veces durante la ocupación alemana de Varsovia, entre 1940 y 1945. De hecho, tenía preparado su suicidio si veía llegar a la policía alemana, pero, llegado el caso, nunca se atrevió a hacerlo.
Las memorias no se publicaron hasta mucho después, y Roman Polansky se basó en estas memorias para hacer su película "El pianista", que es bastante fiel a lo que cuenta Szpillman, y ha dado publicidad a estos breves apuntes sobre la aventura del músico polaco.
No es un libro extenso. Lo realta todo no de una manera apasionada. Cuenta los hechos sin juzgarlos, lo que da más fuerza al relato. El protagonista no es un héroe, es un joven artista algo torpe que, sobre todo, quiere salvar su vida, y que siente horror a morir. Los míos policías judíos le libran de los vagones de la muerte.
Por cierto, que el papel de la policía judía al servicio de los nazis es contado de modo objetivo y claro. Sin la ayuda de esta policía autóctona, los nazis no podrían hacer lo que hicieron: mandar a los campos de exterminio a medio millón de personas en un misma ciudad. Esa es la verdad.
Por último, un contrapunto de humanidad: el soldado alemán que salva la vida al protagonista, al final de la guerra, que reconoce el horror del que son culpables, e invoca a Dios en sus despedida.
Un gran relato y una gran película, inmejorable para despertar conciencias, aborrecer toda violencia y amar la vida.