Un convicto fugado llega a un pueblo con el propósito de ver una película. Una niña vagabunda roba un rollo de esa película. A los dos les interesa mucho la película, pero motivos distintos. Yimou deja por una vez el efectismo y vuelve al sublime neorrealismo de sus mejores trabajos. Todo se enmarca en la revolución cultural china. La película, al principio, resulta desconcertante, pero el experimentado director va desvelando la sencilla trama y sus historias colaterales conforme van pasando los minutos. Algunas notas a vuelapluma:
- Es una película hiperrealista y minimalista, que se basa en las miradas y en los paisajes, más que en las conversaciones. Que nadie espere dagas voladoras.
- Supone una crítica a la revolución cultural china (lo que le ha supuesto dificultades con las actuales autoridades chinas).
- Esta crítica al maoísmo se basa en el adoctrinamiento de la población, y en la pobreza que vivían sus habitantes, que habitan en una especie de comunidades (divisiones). También en la falta de libertad, en los trabajos forzados para lavar el nombre de la familia, etc.
- Vuelve al mundo rural: esta vez, un pueblo perdido de la China desértica.
- Es un homenaje al poder convocador del cine, y al mundo de las salas de cine, etc. Un Cinema paradiso chino, como alguien ha dicho.
- Cada personaje acaba teniendo su pasado.
- El pueblo mismo es un personaje colectivo de gran fuerza, que supera todos los obstáculos para ver por fin la película.
- Finalmente, el amor por el ser querido y perdido hasta llegar a la sin razón: una hija, un padre...
En fin, hay que celebrar que el maestro chino vuelva a contarnos historias de verdad, en donde se palpa la cercanía y el corazón de los personajes, sin desmerecer el guion, la puesta en escena y la fotografía, siempre magnífica.