Antonio Moreno nos ofrece en “Nombres del árbol” una nueva indagación sobre la existencia humana. Resulta un una poesía muy elaborada, pero no por ello retorcida o compleja.
Moreno sabe combinar, con gran lucidez, la calidad literaria con la sencillez del acontecimiento diario: un castaño, unas bandadas de vencejos, un olor bien conocido, un seto o unas reflexiones personales dentro de las cuatro paredes de su habitación. Todo ello da pie a nuestro autor para reflexionar sobre la condición humana concebida como una audaz y positiva posibilidad de trascenderse. Lo cual es algo saludable, en un paisaje poético general tantas veces aplastado por la desesperación.
El hombre, en efecto, es llamado a ser algo más que cuerpo, o que simple animal. Es un ser que está siempre aprendiendo a ser, que tiende a lo más y lo mejor, y que, en definitiva, perdura más allá de la muerte, como deja traslucir en uno de sus más logrados poemas:
Moreno sabe combinar, con gran lucidez, la calidad literaria con la sencillez del acontecimiento diario: un castaño, unas bandadas de vencejos, un olor bien conocido, un seto o unas reflexiones personales dentro de las cuatro paredes de su habitación. Todo ello da pie a nuestro autor para reflexionar sobre la condición humana concebida como una audaz y positiva posibilidad de trascenderse. Lo cual es algo saludable, en un paisaje poético general tantas veces aplastado por la desesperación.
El hombre, en efecto, es llamado a ser algo más que cuerpo, o que simple animal. Es un ser que está siempre aprendiendo a ser, que tiende a lo más y lo mejor, y que, en definitiva, perdura más allá de la muerte, como deja traslucir en uno de sus más logrados poemas:
Que nadie es nada de lo que creía,
que aún debemos aprender a hablar
el lenguaje tan claro y misterioso
con el que cantan todos,
los muertos y los vivos,
su verdad más callada y verdaderaVereda del Rontonar