En lo más crudo de la Primera Guerra Mundial, dos soldados británicos reciben un misión temeraria. Tiene que cruzar el frente enemigo para llevar un mensaje a los suyos que evite un ataque mortífero y la muerte segura de muchos de sus compatriotas, entre ellos, el hermano del protagonista.
La historia es sencilla, lo importante de ese film es cómo está contada. La cámara va siguiendo continuamente de cerca a los personajes, de tal manera que el espectador entra dentro de la trinchera y... sale cuando es el momento de salir. Te da la impresión de que toda la película está grabada en un mismo plano. Por ello, es una cinta apasionante, sin cortes aparentes, sin bajones de ritmo, aunque la historia sea algo lineal.
Mendes hace un homenaje a Kubrik y su travelling de trinchera, pero lo que nos ofrece este director es algo mucho más difícil y le sale con una naturalidad pasmosa. La cámara acompaña a los dos asustados soldados a los que han encargado esa misión casi imposible, que el cine se encargará de hacer posible, en este caso, con una brillantez inusual.
Este film será muy apto para pasarlo en una clase de Historia Contemporánea. Los alumnos se harán una idea cabal de cómo fue la Primera Guerra Mundial. Además, transmite valores tales como la solidaridad, la fidelidad a una misión, la perseverancia hasta el final, la superación del miedo y la valentía para superar de las dificultades.