Ediciones sm ha tenido a bien publicar una serie de clásicos juveniles con todo tipo de ilustraciones e informaciones al margen, sin que suponga menoscabo para la traducción y la autenticidad del texto.
Es una buena iniciativa que se cumple en esta publicación de las aventuras de Tom Sawyer, en la que salpica los márgenes del texto con todo tipo de ilustraciones, fotografías y noticias de la época y el lugar en el que se inspiró Mark Twain para crear sus personajes. Porque –como suele ocurrir en estos casos– el relato es más o menos autobiográfico. Al menos, está inspirado en la infancia del autor y el lugar que le vio nacer.
Tom Sawyer es un travieso de buen corazón, lo cual es muy atractivo para gentes de poca edad, ya que demuestra a las claras que se puede ser malo y bueno a la vez. Por eso, tuvo tanto éxito. Tom no es un chico correcto (¿políticamente correcto, diríamos hoy?); sin embargo, es amable (digno de ser amado), porque tiene eso que aporta relieve a la vida humana: corazón. Tom es un “corazón con patas”, se podría decir, aunque un poco cabra loca y con una imaginación tipo veleta que le lleva a un carácter sumamente inestable, lleno de altibajos. Todo ello hace que resulte un personaje de carne y hueso con el que es fácil sentirnos identificados. Otro tanto se puede decir de su inseparable Huck Finn, un personaje que, junto con Sawyer, tiene su sitio por derecho propio en la literatura universal.
Pudiera decirse que Tom Sawyer traduce el mito del buen salvaje, tan del gusto de los autores decimonónicos, a su versión urbana. Vida indómita y Civilización se contrastan en esta novela en una relación dialéctica, obligándonos a replantearnos una vez más nuestros modos de vida y nuestra desarrollada e individualista sociedad.
Sea como sea, se trata de una novela universal, una clásico, que gustará a niños y adultos de cualquier época.