Lola Obrero escribe quince relatos ambientados en Elche. La mayoría son relatos de mujeres. Mujeres que luchan y que a veces sufren los avatares de la vida. Pero mujeres que tienen siempre una dignidad innata y que son dueñas de una gran capacidad creativa y una percepción de la realidad alta y serena. Además, constituyen un conjunto de estampas ilicitanas que los viejos del lugar recordarán con placer y cierta melancolía. Un Elche que ya se ha perdido, pero que tiene que seguir en la memoria de los ilicitanos de hoy y del futuro.
La autora vivifica unos personajes cercanos, que mueven a compasión algunas veces, y que son admirables todas. Unos relatos locales y universales a la vez, que se leen muy bien, con un estilo sencillo y claro, y con finales a veces sorprendentes.
Un estilo muy cuidado. Incluso los nombres que tienen los personajes no están tomados al azar. Tienen su simbolismo. Además, ilustra el libro con dibujos inspirados en la iconografía ibérica, que conectan historias recientes con el mundo antiguo. Toda una aportación a la ya no pequeña literatura de motivos ilicitanos.