Agustín de Hipona constituye sin duda un referente obligado para entender la Civilización Occidental. Nacido en Tagaste (actual Argelia) en 375, t muerto en Hipona (también Argelia) en 430 d. C., durante el sitio de los vándalos a esa ciudad, su figura adquiere un valor por sí misma por su carácter de encrucijada: entre Europa y África, entre el mundo antiguo y el mundo medieval, entre lo romano y lo bárbaro y, finalmente, entre lo pagano y los cristiano.
Y es que San Agustín fue ante todo un modelo de intelectual, un buscador nato, un inquieto que no paró hasta encontrar la verdad. La diferencia con muchos intelectuales actuales es que creía en la Verdad, y al final, la encontró. Formación en el Cristianismo de una madre devota (Mónica), en su adolescencia lo rechazó como un conjunto de supercherías. Joven brillante y de buen porte, de grandes cualidades humanas, intelectuales y oratorias. Se juntó con su esclava Menania, y tuvo un hijo siendo muy joven, llamado Adeodato. Creyó encontrar en la doctrina maniquea la verdad y la paz en su vida, pero en el fondo seguía con inquietud. Siguió buscando en el neoplatonismo de Plotino, y al final descubrió el Cristianismo católico (ya por aquel entonces, tenían gran pujanza el arrianismo, el donatismo y otras corrientes cristianas que diferían en algún punto fundamental con la doctrina católica) y se sintió iluminado por su doctrina y subyugado por el amor a Cristo. A partir, de ahí es ordenado sacerdote y obispo de Hipona, y comienza a desarrollar una doctrina sin precedentes, y un defensa de la Fe cristiana contra el paganismo y con las las llamadas herejías. Es de destacar su monumental obra La Ciudad de Dios, en a que elabora una teoría de le Historia que intenta demostrar que el Cristianismo no es la causa de la decadencia, sino la salvación del mundo antiguo.
Luis de Wohl relata todo ello con entretenimiento. No tiene gran calidad, pero para aquellos jóvenes que no se atreven con las confesiones, es un buen aperitivo. en mi caso, es el típico libro que tenía pendiente, y un día lo encontré perdido en un armario, y me lo he leído casi de corrido. Lo recomendaré a jóvenes, eso sí, con la promesa de que en el futuro se atrevan con las confesiones.