En primer lugar, felicito desde aquí a la editorial “Isla del Sistolá” por su empeño en mimar lo que publica con la garantía de la calidad, y de una sencilla pero cuidada edición.
Cuidado y sencillo es así mismo el verso de esta poeta murciana. Verso pulido, breve, equilibrado e intenso, que cumple el invisible manual del poema: decir mucho en poco, llegar un poco más allá de lo que las palabras pueden, ofrecer esa expresión que impresiona, que deja marca, huella, y que te obliga al lector atento a seguir su propio camino.
Observo en las nuevas aportaciones un cierto hartazgo del coloquialismo y la ”experiencia” que ha invadido el panorama poético español de los últimos años. A mí, personalmente, me alegra encontrarme una poética de corte algo más esencialista.
Pero lo que hace de “Temporadas de fresas” un libro verdaderamente original es su comunión con la naturaleza, su condición telúrica, su ambientación ecológica, de tal manera que la rama enlazada, la arcilla reseca, la ola que pasa, o la luz que enciende el oro de aquellos limoneros…, son en realidad una forma de hablarnos de la vida y de la muerte y del paso del tiempo. La palabra, así, se hace paisaje, para germinar ese pensamiento que no quizá no se pudiera decir de otra manera.
Por lo demás, Pilar Pardo nos deja perlas como esta titulada “Cumpleaños”: “Siento que a veces soy / el penoso residuo /de otro ser luminoso / con menos de diez años”.
… Y parecía que no se podía decir más en este mundo sobre la infancia perdida.