La primera dificultad que he tenido al comentar este libro es colocarle una etiqueta en el blog. Es difícil de catalogar. Está a medio camino entre la autobiografía, la narración de hechos, o el ensayo. El prolífico autor ilicitano indaga sobre el mal. Tanto sobre el mal padecido (Primo Levi, Reinaldo), como sobre el mal realizado a distintos niveles. Imposturas (Óscar Morales, Paco Sanz). O execrables crímenes (Anglés, Barreda, Romand). He leído este libro cuando los medios de todo el país nos informaban sobre la terrible noticia de las niñas asesinadas en Tenerife. Quizá por ello, su lectura me ha impresionado doblemente.
Eduardo Boix combina estos relatos con recuerdos autobiográficos de su familia. A partir de ahí, nos ofrece una serie de reflexiones sobre la naturaleza del mal. Es algo que alguna vez todos nos hemos preguntado: ¿cómo es posible lo que le hicieron a Primo Levi, o lo que hizo Anglés?
Parece que la sociedad evoluciona, se desarrolla, los derechos están más garantizados, pero el mal sigue ahí. El autor se cura en salud para no darnos una respuesta definitiva y clara, quizá entre otras cosas porque no la haya. Pero desde mi punto de vista acierta cuando afirma que todos llevamos un pequeño monstruo dentro. Se trata, digo yo, del famoso fomes pecati del que hablaban los moralistas cristianos: la inclinación al mal. Por ello, no conviene alimentar ese animal peludo demasiado, no hay más remedio que tenerlo a raya. Y una buena forma de hacerlo es argumentar su existencia.
Hay gente que no aguanta las novelas demasiados negras y los relatos con morbo (Eduardo nunca se recrea en él). Yo estimo que este tipo de literatura es necesaria, porque te enfrenta a la realidad aunque sea desagradable, y te ayuda a buscar una solución (nunca definitiva) a partir de tu interior.