Se trata de dos relatos breves, inocentes, deliciosos, que hablan de abnegación, de sacrificio, de dar la vida por los demás.
La golondrina del príncipe feliz acepta pasar el invierno junto al príncipe y morir de frío con tal de ayudar a los que tienen necesidad. El príncipe feliz le transmite ese amor; el ruiseñor, acepta clavarse él mismo en una espina para, con su sangre, teñir una rosa de rojo, y así pueda conquistar el enamorado a la dueña de su corazón.
Es una tema eterno: el don de sí. La golondrina, el ruiseñor, al igual que el pelícano, podría ser imagen de Jesucristo.
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