Este verano, he podido leer un ensayo cuanto menos curioso.
Se trata de un diálogo mantenido en 2003 entre Jürgen Habermas, el filósofo más renombrado de nuestro tiempo, y Joseph Ratzinger, futuro Papa de la Iglesia Católica, teólogo y filósofo. El resultado no puede ser más fructífero.
En principio, parecen dos personajes que están en las antípodas, ya que Habermas es un reconocido agnóstico. Pero, pronto, se advierte en ellos un campo común, donde cabe la racionalidad, los valores y la auténtica democracia. Y, siempre, una defensa a ultranza del ser humano.
Hace pensar. Y, también, hace valorar la pérdida de tiempo que supone tanto una religiosidad fanática como un laicismo compulsivo. La gente que piensa de verdad y en serio, no cae en esos lazos tan facilmente superables como un poco de buena voluntad y un sano raciocinio.
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