La lectura del último libro de Benedicto XVI, como católico y como lector asiduo, me ha resultado muy interesante. Ser Papa no quiere decir "ordeno y mando", ni: "esto es así porque lo digo yo, y punto". El estilo de Benedicto no es ese. Analiza los más diversos temas, desde los abusos a la ordenación de mujeres, intentado explicar la postura de la Iglesia con profundidad y de un modo razonado, aunque siempre partiendo del dato de Fe. Una Fe, en todo en caso, no inventada por él, sino recibida por la Sagrada Escritura y por la Tradición.
Benedicto XVI entiende las dificultades que muchos tienen para comprender la postura de la Iglesia, reconoce que la Iglesia a veces no se ha explicado bien y que ha cometido errores. Pero también realiza una muy aguda crítica con la dirección que lleva, en general, la llamada civilización occidental. Una sociedad materialista, hedonista, fuertemente individualista, donde no existen principios sólidos sobre los que asentar la convivencia ni el progreso.
Según el Papa, pretender vivir sin Dios es deshumanizarse: sobrevivir malamente en una cultura vacía de valores, o con unos valores realtivos y cambiantes, donde todo, absolutamente todo, dependa de lo que decida una mayoría.
Son pensamientos que, al menos, deben invitar a la reflexión. Hasta el más reclacitrante agnóstico debería reconocer que el mundo necesita este contrapeso.
una mayoría, o una minoría con mucho poder, que da sensación de representar a la mayoría, que todavía es peor.
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