La España del siglo XVIII no aprece muy atrayente al público en general. La gente se interesa más por el imperio del XVI, o por la decadencia del XVII, donde se brilló en lo cultural. De ahí, el interés "pega un salto" a la aguda crisis del siglo XX, con sus ríos de tinta. Pero el siglo XVIII es un siglo, en realidad, poco conocido. Y es el siglo de una monarquía con ansias de reformas, quizá de los mejores reyes que hemos tenido.
El siglo de la ilustración española, como nombres tan célebres como Ensenada, Campomanes, Aranda, Floridablanca, o el mismo Jovellanos. Muchos edificios emblemáticos de Madrid datan de aquella centuria, comenzando por el mismo Palacio Real o el Museo del Prado. Goya se formó como pintor en el XVIII. El gobierno y la estructura del Estado que hoy tenemos se delinearon en las cortes de Felipe V y de Carlos III.
Fue un siglo relativamente pacifista, donde España no luchó de lleno en grandes conflictos, a excepción de la guerra de sucesión (1700 - 1713). Sé que a los nacionalistas catalanes no les gusta el resultado de esta guerra, pero, si bien se estudia, la centralización repercutió en la mejora del comercio, también del comercio catalán.
El siglo XVIII tuvo sus contradicciones y sus sombras, pero su saldo es positivo. Y, sobre todo, mucho de lo que hoy disfrutamos, se lo debemos al empeño de aquellos reformadores.
Al menos, esto es lo que se concluye de este serio estudio de José Palomeros.
El siglo de la ilustración española, como nombres tan célebres como Ensenada, Campomanes, Aranda, Floridablanca, o el mismo Jovellanos. Muchos edificios emblemáticos de Madrid datan de aquella centuria, comenzando por el mismo Palacio Real o el Museo del Prado. Goya se formó como pintor en el XVIII. El gobierno y la estructura del Estado que hoy tenemos se delinearon en las cortes de Felipe V y de Carlos III.
Fue un siglo relativamente pacifista, donde España no luchó de lleno en grandes conflictos, a excepción de la guerra de sucesión (1700 - 1713). Sé que a los nacionalistas catalanes no les gusta el resultado de esta guerra, pero, si bien se estudia, la centralización repercutió en la mejora del comercio, también del comercio catalán.
El siglo XVIII tuvo sus contradicciones y sus sombras, pero su saldo es positivo. Y, sobre todo, mucho de lo que hoy disfrutamos, se lo debemos al empeño de aquellos reformadores.
Al menos, esto es lo que se concluye de este serio estudio de José Palomeros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario