En este nuevo volumen de poemas,
el poeta murciano Eloy Sánchez Rosillo incide en una línea poética pletórica. Continúa
la misma senda que comenzó a recorrer con el poemario La vida, y que encontró su colofón con el titulado La Certeza.
Rosillo ha encendido la luz en el panorama experiencial y existencial en el que estamos sumergidos, lo cual es muy de agradecer. Aun así, a mi parecer, Antes nombre –siguiendo esa vía luminosa– apunta a una lucidez algo más melancólica, traspasada de tiempo. Se me antoja que esa luz descendida, esta vez se presenta de manera más crepuscular: un rayo que coloca su mediodía en el recuerdo del amor, “única luz que alumbra”
Rosillo ha encendido la luz en el panorama experiencial y existencial en el que estamos sumergidos, lo cual es muy de agradecer. Aun así, a mi parecer, Antes nombre –siguiendo esa vía luminosa– apunta a una lucidez algo más melancólica, traspasada de tiempo. Se me antoja que esa luz descendida, esta vez se presenta de manera más crepuscular: un rayo que coloca su mediodía en el recuerdo del amor, “única luz que alumbra”
Sea como fuere, la poética de
Sánchez Rosillo se traduce al final en una limpia reflexión sobre la existencia
desnuda. Para Rosillo, el mero hecho de que las cosas existan es una buena
noticia. No se trata, por tatnto, de una existencia celebrada, sino,
simplemente, constatada. Contempla sin tocar. En este sentido, y en el sentido
más clásico posible, estamos ante una poesía metafísica: el mundo es real a
pesar de mí mismo. Es más, mi propio laberinto es algo tangencial para este
mundo lleno de aire y sol.
¿Es Eloy un poeta trascendente?
Juega, a mi ver, en el umbral muy delicadamente, para quien quiera dar o no ese
paso. Su propuesta es una invitación a mirar, que es lo más noble (quizá lo
único) que se puede lograr en este oficio.
En cuanto a la forma, su corte
clásico, su natural ponderación adjetival, hace que todas las palabras y los
signos de puntuación parezcan en su sitio (los artesanos del oficio sabemos que
ello lleva detrás un vigilante trabajo de poda). La palabra no estorba, sino
que sirve a su propósito: invitarnos a ver lo que nos circunda con ojos
sencillos y conscientes de que forman parte de esa realidad que contemplamos. Aparta esos papeles, infeliz; / Cierra el
cuaderno, y mira la mañana /, nos exhorta el poeta.
Leer a Sánchez Rosillo es fácil.
No adviertes enredo alguno o esquinas en estas páginas. Son camino carretero,
puente que allana la osadía del terreno, atalaya tranquila desde donde observas que, a pesar de los pesares, y, como
alguien aseguró en el principio de un libro muy grueso y muy antiguo, el mundo
está bien hecho.
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