En septiembre de 2014, el escritor Antonio Moreno comenzó un paréntesis laboral en su vida durante el cual cumplió su antiguo deseo de acometer a pie enjuto la ruta de los antiguos ganaderos trashumantes hasta el norte de la Península Ibérica.
Este libro, escrito en tercera
persona a modo de diario, es el relato de ese viaje. Con una prosa sencilla
pero enriquecida por ese bagaje cultural, filosófico y lingüístico del autor, profesor
de Literatura en Elche, logra cautivarnos desde la primera de sus 296 páginas en las que
no ocurre nada noticiable. Y esto es precisamente lo noticiable. En una
sociedad donde se desean saber hasta los pormenores más nimios de la última
novedad más o menos morbosa, Antonio Moreno demuestra que la vida plana y
sencilla, aparentemente anodina, de la mayoría de la gente, puede interesar.
Ese es el reto: contar todo sin pretender contar nada, vivir la vida sin pensar
que lo que estás viviendo es algo especial, estar no estando, como titula el libro.
Porque el caminante es el que pasa, el que nunca para y, a la vez, siempre se queda
donde está, extrayendo todo el jugo posible a cada esquina, a cada palabra, a
cada cartel, a cada animal con el que se encuentra, ya sea vaca, tarántula,
perro ovejero o cerda celosa de sus crías. Pero, sobre todo, celebra el
encuentro con los hombres, los describe con pluma impresionista, con diálogos
breves, broncos a veces, pero que suenan auténticos, espontáneos aunque también
llenos de sabiduría.
Sí, sabiduría. Solo algunos
privilegiados pueden caminar por los andurriales extremeños, citando a Gracián,
a Whitmann, a Plà, a Heráclito o a Stevenson, con una naturalidad pasmosa, sin presunción alguna, al
servicio siempre de lo que nos quiere comunicar.
Estas y otras inquietudes querría
compartir contigo, querido Antonio, cuando retornes de tus escapadas. Tu conversación
amena prolongará el amable placer con el que me he acercado a estas páginas.
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