Es posible que Juan Ángel Castaño haya estado una temporada un poco ausente, pero eso no ha hecho más que alimentar el personaje impredecible, volátil (casi diría, mítico), que tiene entre la farándula ilicitana.
Ausente, pero no dormido. En perenne conversación con los maestros, mientras va de un lado a otro de la ciudad con ese caminar nervioso del que ya llega impuntual a la próxima cita.
Pero la literatura no sabe de relojes. En Dones del otoño nos presenta una poética coloquial, dialógica, provista de un humor muy suyo, muy de Juan Ángel. Poesía lúdica, que juega con los temas, con los motivos, con las palabras. Juan Ángel sabe que el amor es ilógico. Por eso, su modo de razonar se mueve en un plano distinto al del común de los mortales. Por eso, su lectura es atractiva, porque nunca sabes por donde va a salirte. Al final reconoces que, detrás de esa aparente anarquía, hay mucha sabiduría. Si queréis, sabiduría de perdedor, pero esa es la que siempre gana al final de la película (o no).
Además, apunto esa comunión que tiene con la literatura está en todo el libro, condensado en el poema Elige.
Por último, me encanta ver en un libro reciente varios sonetos y además al estilo clásico. Eso también es un homenaje a la literatura.
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