Emma es una joven culta y de provincias, de la alta Normandía francesa, vive en un pueblo cerca de de Rouen. Se casa con el joven médico Claude Bovary. Al poco, se pregunta por qué realmente se ha casado con él si no le quiere, siendo por otra parte un marido atento y laborioso. Y, claro, sin amor, se aburre. Su corazón anhela algo más.
Este sería el argumento y la esencia de esta novela, obra maestra del siglo XIX. La transformación de Emma, de una sencilla y culta jovencita de provincias llena de buenos propósitos hasta la mujer desquiciada en la que se convierte al final, nos debe hacer pensar en el desamor con el que muchas veces nos conducimos por la vida. La consecuencia del desamor es el aburrimiento. Emma tenía de todo, y su marido era un médico bien posicionado que la adoró hasta el final, pero ella no supo dar con la tecla del amor hacia quien realmente tenía que amar en esta vida. Nunca creyó que iba a hacer lo que hizo. Cayó en la humillación y, finalmente, en el ruina financiera y moral. Magistral paralelismo de las dos ruinas que Flaubert retrata aquí.
Y es que su corazón vacío llena su casa de objetos. Pero aquello no acaba de llenarle, y busca fuera colmar sus ansias. Es engañada, y se convierte en una marioneta de personas que no la quieren en realidad. La novela es triste, es verdad, pero es muy real: cuando lo centramos todo en nosotros mismos, acabamos traicionándonos a nosotros mismos, traicionando ese proyecto bueno e ilusionante que nos hemos construido desde nuestra juventud. Un camino degradante que suele ser muy gradual, casi no te das cuenta, y esto es lo más peligroso. Además, si uno es muy dado fantasear, como le pasa Emma, el peligro es más grande. La imaginación es "la loca de la casa" decía Santa Teresa.
En esta novela, Flaubert lo clava. Su conocimiento de las complicaciones del alma humana es muy revelador. Y las obras maestras, son eso: mostrar el alma humana al desnudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario