De vez en cuando, para desengrasar, leo una novela de “polis y cacos”. Mankel es muy saludable para este cometido. Pero no es una novela policiaca sin más.
Kurt Wallander, el protagonista de la mayoría de sus novelas, es policía en la modesta ciudad de Ystad (cercana a Malmö, en la región de Scania, al sur de Suecia). Wallander es un personaje humano, como uno de nosotros, con sus problemas familiares, sus manías, sus pensamientos sombríos y sus arrebatos de ánimo. En un momento dado, cuando arriesga su vida con el fin de descubrir una pista fundamental, siente una necesidad fisiológica imperante, y tiene que interrumpir la tarea.
Tiene miedo, duda, mira para atrás con frecuencia, pero cuando se decide a abandonar es demasiado tarde: no hay posibilidad de retorno. Vive en una sociedad sueca llena de opulencia, materialista y muy individualista, que no acaba de llenarle por dentro. Hace lo que puede con su vida, con los casos que le vienen, con el cascarrabias de su padre, que no comprende por qué se hizo policía.
Es decir, Mankel te presenta a un personaje muy humano, pero a la vez no deja de ser un relato policiaco lleno de emoción y de suspense. El libro te atrapa. Tiene lo suficiente para entretener.
No es una obra de arte pero está bastante bien escrito. Además, constituye una valiente disección del hombre y de la sociedad donde nos ha tocado vivir. Un buen libro para leer en un caluroso agosto ilicitano.
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