Protesto hoy desde este blog porque un maestro como Kaurismaki no haya sido doblado hasta ahora. Es cine del grande, del bueno, del persiste a pesar de tanta comercialización.
Bien, después de esta bravata anti capitalista, diré que Kaurismaki, en esta película, se supera a sí mismo. Y es fiel a sí mismo. Colores vivos y estudiados, paleta agradable a la vista, sobriedad interpretativa, mucho fuma que te fuma, canciones de época, y concierto final. Ese es mi Kaurismaki.
Marcel es un vagabundo que vive en la ciudad portuaria de El Havre. Pero... para que os la voy a contar. Por favor, si podéis no dejéis de verla: ¿gozaréis como yo? Lo ignoro. Gracias, Dios mío, por haberme hecho disfurtar con tan poca cosa.
Trata de un milagro, del milagro de la ayuda, de la solidaridad, que produce más milagros. Y es que Dios, como decía San Josemaría, no se deja ganar en generosidad. Un escritor vagabundo que limpia botas y cita el Evangelio, un japonés que en realidad es vietnamita, un niño congoleño escapado que quiere reunirse en Londres con su madre, un policía-policía (es decir, con gabardina, guantes negros, sombrero y un pitillo) que es un persona humana que siente.
Y, como siempre, ni una palabra de más, solo el lenguaje sugerente de las imágenes. Kaurimaki tenía que haber nacido en Tierra de Campos, y no en Helsinki. ¡que te lo digo yo!
Maravillosa, no os la perdáis.
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