Quizá la mayor virtud, y la clave del éxito de Patria (ocho ediciones en 2016), consista en que se trata de un relato de alguna manera necesario. Una deuda con el pasado. Nadie había novelado sobre el drama del odio y del desgarro que habían vivido muchos habitantes del País Vasco, sobre todo en los pueblos, a causa del régimen de violencia y de terror impuesto por ETA desde décadas.
Un régimen
invisible que pervertía las mentes en la defensa fanática de una supuesta
patria, Euskal Herria, que solo existía en sus mentes. ETA mató a cientos de
personas, pero mató también a muchos que siguieron vivos pero enajenados por
una ideología que suponía su lento suicidio como seres humanos. Comunidades
enteras con el alma distorsionada, que hacían compatible ser buenas personas en general con la justificación natural de asesinatos y extorsiones.
Pero Patria es más. Narra
una sociedad que ha echado por tierra sus valores. Al
mismo tiempo que nos introduce en la sinrazón de la violencia terrorista,
describe asimismo un traumático cambio generacional donde las referencias tradicionales
embarrancan y echa raíces un estéril individualismo, donde cada uno hace lo que
puede por no ahogarse en este “sálvese quien pueda” en el que se ha convertido
la sociedad.
Entre todo este
entramado de vidas rotas y odios consumados, al final de la novela, florece el
perdón. Es una florecita, es verdad, pero algo es algo. Gota o gota, flor a
flor, dentro de muchos años, cuando pase esta generación, ETA pertenecerá a los
anales de la Historia como algo que sembró muerte, tragedia y destrucción, y
que no sirvió absolutamente para nada.
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Gran reflexión Ignacio. "Patria" es un espejo en el que nadie quería mirarse, y no se había escrito hasta ahora.
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