Con su estilo habitual, Pérez Reverte relata algunas hazañas de Ruy Díaz de Vivar. Un guerrero sin patria ni rey: solo unos hombres rudos y absolutamente fieles, que se mueve en u territorio fronterizo donde no llega ley alguna ni jurisdicción clara. Es decir, un cow boy del siglo XI que, por supuesto, hizo furor entre los que sabían leer y entre los que escuchaban sus aventuras.
Los diálogos son castellanos: sobrios, concisos y claros. Con una mirada se entienden perfectamente Ruy y los suyos. El rico vocabulario que emplea (a veces, palabras castellanas en desuso pero no por ello menos bellas en su dicción), harán disfrutar a los que gozan con la buena lectura.
Las batallas están perfectamente descritas, con gran maestría. El autor te introduce en la refriega y hace que te duelan más las muertes.
Joaquín Costa prometió "siete llaves al sepulcro de Cid", pero algunos no sabemos por qué hemos de olvidarnos y avergonzarnos de nuestros héroes. Prototipo del individualismo hispano, el Cid nos ha marcado quiéranlo o no como pueblo, y es gratificante que Reverte le dedique un homenaje en esta estupenda novela histórica.
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